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Actualizado: 28 de junio de 2025
Robledo creyó conveniente hablar para el restablecimiento de su amistosa cordialidad. Allá, la vida es dura, y sólo se conocen de muy lejos las comodidades de la civilización. Pero el desierto parece dar un baño de energía, que purifica y transforma á los hombres fugitivos del viejo mundo, preparándolos para una nueva existencia.
El malagueño volvió a reír, diciendo con protección: Vamo, no ze críe uzté bilis, ahora que está uzté en vízperas de ser feliz. ¡Nada, nada: lo dicho! repliqué, con las mejillas encendidas ya y con acento más imperioso. A la zalú de uzté y de zu gachona dijo por toda contestación, sorbiendo una caña. Cambiamos de conversación, y volvió a reinar la alegría y cordialidad.
El teniente mandó a un marinero que avisara al contramaestre, y, cuando vino éste, le dijo lo que tenía que hacer para llenar el aljibe con el agua de la lluvia. La cordialidad entre nosotros y los de fuera iba estableciéndose, pero aun no estábamos muy seguros.
Respondímosle que éramos hispano-colombianos, y como su provision de lengua castellana no era muy abundante, nos preguntó si hablábamos inglés. Al ver que podia entenderse con nosotros en su lengua y que éramos hijos del Nuevo Mundo, se manifestó muy amable, nos regaló hermosos racimos de uvas, y, como si fuésemos amigos viejos, nos trató con la mayor cordialidad.
Pocos días después de los sucesos que hemos relatado, el conde de Villerieux, tutor de la huérfana, vino a buscarla a los Genets a fin de acompañarla a París, en cuya ciudad se encontraba ya Fabrice con su hija; y no necesitaremos decir que la despedida de la señora de Montauron y Beatriz no fue cosa que llamase la atención por su cordialidad.
Así como el afecto que se tienen, y la ternura y cordialidad con que se tratan y tratan a todo el mundo, ejercen aquí benéfica influencia en las costumbres, así la elegancia y el buen gusto, con que acabarán ahora de ordenar su casa, servirán de mucho para que la cultura exterior cunda y se extienda.
Conocí á Sardou una tarde de invierno. Al entrar en su despacho el gran dramaturgo, que sabía el objeto de mi visita, salió á mi encuentro, alargándome sus dos manos con efusión seductora de cordialidad y agasajo; fué uno de esos gestos admirables que, suprimiendo de cuajo las frialdades ambagiosas de la etiqueta, equivalen á una intimidad de varios años.
Entonces no iría a reconciliar aquella tarde, como rezaba su carta...». La aparente cordialidad y la alegría expansiva de todos los presentes, ocultaban un fondo de rencores y envidias.
El yanqui acogió á Sorege con perfecta cordialidad, pues no entraba en su carácter discutir sobre asuntos ya resueltos. Le dió golpes en las rodillas capaces de aplastar un búfalo y observó con placer que el joven no flaqueaba. La prueba de los cocktail fué también favorable á Sorege, que era de esas personas que beben sin riesgo porque hablan poco y no se aturden con su propia excitación.
En todas se notaban las bellas trenzas de cabello negro y abundante, á veces crespo, el labio grueso y voluptuoso, la nariz abierta y palpitante, el ojo negro y ardiente, el color pardo oscuro, la voz agitada, estentórea, libre como el soplo del viento, la risa franca y picante, el andar provocativo, con un dejo lleno de coquetería, y el carácter sencillo, hospitalario y lleno de cordialidad.
Palabra del Dia
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