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Actualizado: 28 de octubre de 2025
Era una figura enérgica e interesante. Me estrechó la mano con franqueza y cordialidad. Yo sentí crecer la vergüenza en mi pecho, y quedé turbado unos momentos en su presencia. No pareció advertirlo. Me obligó a sentarme, y acto continuo me presentó el cajón de cigarros. Comenzamos a fumar, y esto, y las miradas de aliento que me dirigía Isabel, contribuyeron a serenarme.
En un hotel-restaurador nos encontramos con cuatro periodistas y un jóven del mundo que habia comenzado su carrera en la diplomacia: galante, gastador, rumboso y «cansado de la vida» á los veintidós años apénas.... Era curioso ver la franca cordialidad que reinaba entre tantos escritores allí reunidos. La mas completa armonía reinó entre nosotros.
Las mantenedoras de este torneo eran Rita y Manolita, las dos mayores; en cuanto a Nucha y Carmen, se encerraban en los términos de una cordialidad mesurada, presenciando y riendo las bromas, pero sin tomar parte activa en ellas, con la diferencia de que en el rostro de Carmen, la más joven, se notaba una melancolía perenne, una preocupación dominante, y en el de Nucha se advertía tan sólo gravedad natural, no exenta de placidez.
Sea que el pueblo español haya sido calumniado en eso de la intolerancia política; sea que la vida constitucional le haya mejorado mucho; sea, en fin, que los periodistas constituyan donde quiera una raza aparte, lo cierto es que en España he hallado entre los escritores una singular cordialidad en las relaciones personales.
María Teresa, muy ofuscada por las palabras de Diana, se quedó atrás, queriendo disimular la pena que tan pérfida insinuación le había causado. No era la primera vez que la joven se apercibía de la envidia de su prima y de su solicitud en decirle cosas desagradables bajo el falso aspecto de cordialidad.
Se difundió también que venían en la nave dos princesas de lo más encopetado de Europa, que iban viajando para su instrucción y recreo. Hubo no pocos curiosos y desocupados que fueron a visitar la nave, donde Morsamor los recibió con franca cordialidad y agasajo.
En fin, me contenté con escribir al señor Laubepin, que mi situación podía hacérseme intolerable, bajo ciertas faces, de un instante á otro, y que ambicionaba ávidamente cualquier empleo, si menos retribuído, más independiente. Desde el día siguiente, me presenté en el castillo, donde el señor de Bevallan me acogió con cordialidad.
Palabra del Dia
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