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Actualizado: 22 de octubre de 2025
Y es un salon de limpia-botas. ¡Al dulce céfiro! Y es un almacen de quincalla. ¡A la estrella del Mediodía! Y es quizá una tienda de tapones de corcho. ¡Al buen pastor! y es un almacen de baratijas ó una tienda de comestibles. Esto no me divierte; al contrario, me repugna, me fastidia, casi me sonroja; sí, casi, casi me da vergüenza.
El portal de Belén era grandiosa fábrica greco-romana de corcho con sus columnas estriadas: dentro estaba el pesebre guarnecido de verdadera paja y sobre ella el Niño Jesús enteramente desnudo y boca arriba, a sus lados el buey y la mula esculpidos con rigidez hierática, y delante, colocados en adoración, San José con traje amarillo, y la Virgen con manto más brillante y rojo que un pimiento, ambas cabezas coronadas por descomunales resplandores en que se habían derrochado panes de oro.
Se tapa y se deja cuatro días, teniendo cuidado de darle vueltas a menudo con una palita de madera; pasado ese tiempo, se embotella y tapa con buen corcho. JABÓN DE SEBO. Se pone en una caldera a propósito todo en frío: Agua 6 litros. Sebo de vaca 2 kilos. Sosa cáustica 1/2 Resina 1/2 Aceite de coco en pasta 50 gramos. Sal cristalina 5
El portal de corcho, imitando un arco romano en ruinas, es monísimo, y el riachuelo representado por un espejillo con manchas verdes que remedan acuáticas yerbas y el musgo de las márgenes, parece que corre por la mesa adelante con plácido murmurio.
Si no, ¿me casaría? Ya casada, vencido el natural encogimiento que debo guardar, le demostraré mi ternura, y le haré ver que hay un tesoro de ella en mi alma, aunque escondido entre burlas y alegrías; y cuando vea el tesoro, y le goce, y conozca que es suyo, y mejor que cuanto podía él soñar, ha de conocer que no es mi corazón de corcho sino de almíbar y jalea, y se ha de poner como jalea y como almíbar, y ha de bailar y reír de gusto, declarando y confesando que se compaginan bien los regocijos con el verdadero amor, y las risas con la ventura más seria y más grave en el fondo.
El peñasco, que tenía más de dos varas en cuadro, figuraba una serie de cerros hechos con corcho y cartón piedra, dispuestos en caprichosos declives con las cimas cubiertas de nieve y en la parte baja serpeados por un arroyuelo de agua verdadera que venía a morir en un estanque con surtidor, de hoja de lata.
Susurraba la leyenda que el tío Frasquito llevaba en su cuerpo treinta y dos cosas postizas, entre las cuales se contaba una nalga de corcho.
Transcurrió una hora sin que ocurriese en el buque nada extraordinario. Abajo en el comedor retiraban los sirvientes las mesas, preparando el salón para el baile. Las máscaras paseaban por la cubierta. Sus dos calles parecían las de una ciudad en Carnaval. El señor disfrazado con el salvavidas tomaba su café tranquilamente, sin abandonar el caparazón de corcho.
Lo primero que llamó la atención de Gallardo fue el toro: un animal de madera y juncos montado sobre ruedas, con cola de estopa, la cabeza de paja trenzada, una placa de corcho en el lugar del cuello y un par de cuernos auténticos y enormes, que infundían espanto a los alumnos.
En el fondo, entre los líquenes verdes y las piedrecitas de colores, aparecían rojos erizos de mar cuyos tentáculos blandos se contraían al tocarlos. En la superficie flotaba un trozo de hierba marina, que al macerarse en el agua, quedaba como un ramito de filamentos plateados, una pluma de gaviota o un trozo de corcho.
Palabra del Dia
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