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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Las puntadas de ella y las morcillas y longanizas que sabe hacer su madre no bastan para costear levitas a los caballeros, y para seguir emperejilándose con ricos trajes y mantillas de madroños, como dicen que en Madrid van a los toros las damas de alto copete y las majas de rumbo.

A veinte y dos reales, ni un cuarto menos». «Pero déjela ver... ¡ay qué hombre! ¿Cree que me voy a comer la pieza?»... «A veinte y dos realetes». «¡Ande y que lo parta un rayo!». «Que te parta a ti, mal criada, respondona, tarasca...». Era muy fino con las señoras de alto copete. Su afabilidad tenía tonos como este: «¿La cúbica? que la hay. ¿Ve usted la pieza allá arriba?

Las damas de alto copete en cuyas moradas penetraba á desempeñar sus labores de costura, acostumbraban destilar gotas de acíbar en su corazón; á veces, merced á esa alquimia secreta y refinada con que la mujer puede infiltrar un veneno sutil extraído de las cosas más baladíes; y en otras ocasiones, con una rudeza de expresión que caía en el pecho indefenso de aquella infeliz como un golpe asestado á una herida ulcerada.

Si hubieses llevado el collar, si Híala siquiera llevara el alfanje, ya que pensabas separarte de su lado, la catástrofe no tuviera lugar; pero te separaste, o, por mejor decir, apartaste por un momento a Dul-Cahir del collar, y la ocasión se le presentó al Alafrit por el copete, no siendo él ni necio, ni manco para dejar de asirlo de buena manera.

En una ocasión, hallándose en la romería de San Juan, ó en la de San Pedro, ó en la de San Roque, ó en la de Santiago, ó en la de los Mártires, pues la crónica no lo fija bien; hallándose, digo, en una de estas romerías más de nueve petimetres santanderinos, y no menos de diez damiselas de copete, y hallándose más que regularmente aburridos, lo cual es de necesidad en una romería mientras en ella no se hace otra cosa que ver, oir y brujulear, resolvieron los primeros proponer á las segundas, con las respetuosas salvedades de costumbre, un honesto entretenimiento que, ajustándose en lo posible al carácter del sitio y de la ocasión, fuese digno de las distinguidas personas que se aburrían.

En el centro del copete del más grande de los armarios, había una chapa de metal bruñido, con dos nombres grabados sobre una fecha. Señalando a los nombres, dijo Leto: Este es el blasón de nobleza del balandro: Mr. Watson y Mr.

Mira aquel preciado de lindo, o aquel lindo de los más preciados, cómo duerme con bigotera torcidas de papel en las guedejas y el copete , sebillo en las manos , y guantes descabezados , y tanta pasa en el rostro, que pueden hacer colación en él toda la cuaresma que viene.

Bien dice el refrán que entre bonete y almete se hacen cosas de copete. Las campanas se echaron a vuelo, el teatro volvió a funcionar, los vecinos abandonaron el luto, y Lima se entregó a fiestas y regocijos.

Ella misma á misma se promete Triunfos y gustos, sin tener asida A la calva ocasion por el copete. Su natural sustento, su bebida, Es aire, y asi crece en un instante Tanto, que no hay medida á su medida. Aquellas dos del placido semblante Que tiene á sus dos lados, son aquellas Que sirven á la maquina de Atlante.

Por lo menos se creeria que pensaba adularle, y soy muy avaro de mi pobreza. Un amigo á quien he leido estos apuntes, me dice: ¿Si Salamanca enviase á usted diez mil duros, usted qué haria? Devolvérselos. Hemos sido invitados para concurrir á una tertulia de alto copete, que tiene lugar en la calle Vivienne. Mi mujer ha dicho que no; yo he dicho que . Esta vez espero triunfar.

Palabra del Dia

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