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La atroz convicción de que la puerta de la casa de sanidad iba a cerrarse sobre su hija querida, le oprimía el corazón y hacía correr por todo su cuerpo un frío glacial. Después de haber permanecido un rato inmóvil y como inerte, una inspiración brusca y misteriosa la hizo erguirse vivamente con un rayo de alegría en los ojos.

Y como los bien nacidos no excusan nunca obligaciones á su agradecimiento, la duquesa servía á Lerma por convicción y por deber. Pero era el caso que Lerma tenía más vanidad que perspicacia, y solía suceder que construyese sus más soberbios edificios sobre arena.

Lo primero que deben hacer es ponerle a remojo para que se le ablande la mugre. Ramón miró al Pituso. Su semblante no expresaba tampoco una convicción muy profunda respecto al parecido. Sonreía Benigna, y si no hubiera sido por consideración a su querida hermana, habría dicho del Pituso lo que de las monedas que no sonaban bien: Es falso, o por lo menos, tiene hoja.

Preferiría mil veces el aspecto grandioso y soberbio de la cascada, desenvolviendo su fuerza salvaje bajo los cielos. Pero es necesario verlo todo, y así, sin entusiasmo, sin convicción, tomé el ferrocarril hidráulico que conduce al pie de la catarata, del lado de la Unión.

Entonces fué mayor mi repugnancia por aquel hombre, y tuve desde luego tal convicción de que intentaría robarme, que durante toda la noche no pude despedir este pensamiento de mi mente, y abandoné el lecho muy temprano, cuando aún dormían en silencio amos y sirvientes. Con la primera claridad del amanecer, penetré en la capilla.

«¡Cuando yo decía que el número era de los más bonitos...! manifestó D. Baldomero con orgullo . En cuanto el lotero me lo entregó, sentí la corazonada». Como bonito... agregó Estupiñá , no hay duda que lo es. Si tenía que salir, eso bien lo veía yo afirmó Samaniego con esa convicción que es resultado del gozo . ¡Tres cuatros seguidos, después un cero, y acabar con un ocho...! Tenía que salir.

Esta convicción que adquirió antes Mochi, llegó al cabo a la conciencia de Serafina; mas fue el secreto mutuo, si vale decirlo así, de que jamás se hablaba. Fue la tristeza común quien los unió más que su trato amoroso y sus intereses; pero fue también el origen y causa permanente de ocultos rencores, de humillaciones viles.

Una tras otra, inspeccionó todas las piezas de la casa, jugando «a los propietarios» como los niños «a las personas mayores» y aprobándolo o criticándolo todo con un aplomo y una convicción de las más graciosas. Tan bien representaba su papel, que se engañaba a misma, y si la de Candore se hubiera presentado de pronto casi la hubiera recibido como invitada.

No esperaba menos de usted... El segundo inconveniente que tendríamos que dominar es la convicción en que debe estar Fabrice de que si sobrevive le encontrará siempre entre su mujer y él... porque ha de estar creyendo que ella y usted aguardan su muerte para efectuar un matrimonio... Pues bien, el único medio de desengañarlo es volver a nuestro antiguo plan de casamiento con Ketty, poniéndolo por obra en el más breve período de tiempo posible. ¿Consiente usted?

Acababa de adquirir la grata convicción de que, aunque fuese de tarde en tarde, podía comer de fonda.