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Hasta aquel instante no había reparado que Emma se había quitado muchos años de encima aquella noche, sobre todo en aquel momento; no le parecía una mujer bella y fresca, no había allí ni perfección de facciones ni lozanía; pero había mucha expresión; el mismo cansancio de la fisonomía; cierta especie de elegía que canta el rostro de una mujer nerviosa y apasionada que pierde la tersura de la piel y que parece llorar a solas el peso de los años; la complicada historia sentimental que revelan los nacientes surcos de las sienes y los que empiezan a dibujarse bajo los ojos; la intensidad de intención seria, profunda y dolorosa de la mirada, que contrasta con la tirantez de ciertas facciones, con la inercia de los labios y la sequedad de las mejillas: estos y otros signos le parecieron a Bonis atractivos románticos de su esposa en aquel momento, y el imperativo quédate le halagó el amor propio y los sentidos, después del mucho tiempo que había pasado sin que Emma hiciera uso de la regia prerrogativa.

Ese es un hecho que contrasta singularmente con las tradiciones del catolicismo español y con la pompa religiosa de las catedrales de España. La España religiosa no está en Madrid: es preciso buscarla en Toledo y Granada, en Sevilla y Valencia, en Barcelona, Burgos y León. Madrid es la imagen de la España política, mediocre, artificial y contradictoria.

Este soportal, que bien merece los honores de pórtico, contrasta notablemente con el de las casas que le siguen, bajo y estrecho, y sostenido por pilares redondos y toscos sin ornamento alguno. También se observa la misma diferencia en el piso, que en el soportal de que hablamos es de losa bien aderezada, mientras los demás ofrecen solamente un incómodo pavimento empedrado de guijarros.

Sus calles angostas y tortuosas, sus edificios de formas extrañas, cubiertos de frescos históricos ó religiosos y dominados por torreones salientes que proyectan sobre las calles sus balcones cerrados de la edad média, y otros pormenores análogos, le dan un aire de vetustez que contrasta mucho con el de casi todas las ciudades suizas.

Es la puerta de una alcoba, y dentro de ella ya es posible observar los contornos severos de una cama de ébano, obra al parecer del siglo XVII. Contrasta lastimosamente con la majestad de esta cama la mesilla de noche de humilde aspecto y exiguas proporciones.

Pero allí donde ese mal se ha ligado con el de la ignorancia ó una educacion viciosa, mantenidas por las instituciones aristocráticas y monacales, como ha sucedido en Friburgo, la fisonomía social, triste y aletargada, contrasta mucho con el risueño aspecto de la naturaleza.

El verde ondulante de los vastos plantíos de caña, claro y luminoso, contrasta con los reflejos intensos de los cafetales que crecen en la altura.

La mayor parte de la Confederacion mantiene todavía los gremios ó corporaciones industriales privilegiadas, y esto contrasta mucho con la libertad política y el genio emprendedor de los Suizos.

Del otro lado se extiende una doble faja verde y luciente, llana y de anchura desigual, humedecida por el Tajo, que contrasta mas notablemente, por su rica vegetacion y su pintoresca alegria, con las desnudas colinas y campos arenosos de que acabo de hablar.

Aquí un árbol cargado de largos racimos purpúreos contrasta con las copas, ya celestes, ya del dorado mas puro; allá sobresale una cima blanca como la nieve junta al rosado mas tierno.