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Actualizado: 22 de junio de 2025
A uno de ellos manda hacer esta pregunta: ¿Cuántos fusiles puede entregar dentro de cuatro días? El joven contesta que si se le da tiempo para mandar a Chile a procurarlos y a su casa para recolectar fondos, verá lo que puede hacer.
¿Pasa mucha gente por la calle? Contesta, mujer.
Aunque a D. Salvador le pareció que el que así viajaba no debía andar en cosas buenas, como estaba caliente por su ronquera adquirida inútilmente, al pasar a su lado, le dijo: «Buenas tardes le dé Dios. ¿Sabe que había sido sordo?». El viajero no contestó una palabra. «Cuando un cristiano habla, se le contesta», añadió don Salvador, sin obtener respuesta alguna.
Allá voy yo a despabilarte se dijo la señora. Y cayó sobre él, sacudiéndole el brazo y gritándole: ¡Bernardino! ¡Bernardino! Esteven abrió los ojos y vió sobre sí la mole inmensa de su mujer. ¿Qué hay? Retírate, que me sofocas. Si es lo que yo quiero, ahogarte, sofocarte, por mal marido, por pillastrón. ¿Quién es ese hombre? ¿quién es esa rubia? ¡Di, contesta, grandísimo pícaro!
De repente se abalanza sobre uno, le agarra del brazo y le dice con voz breve y seca: «¿Dónde está la montura?» «Allí, señor» contesta, señalando un bosquecillo. «Cuatro tiradores» grita entonces Quiroga. ¿Qué revelación era ésta? La del terror y la del crimen hecha ante un hombre sagaz.
Salgo a la calle un poco disgustado, como cualquier otro orador en el mismo caso, y sigo mi camino, no sin volver repetidas veces la cabeza hacia el balcón. A los treinta o cuarenta pasos observo que está la niña asomada, y me paro y la envío una sonrisa y un saludo ceremonioso. Esta vez contesta, aunque ligeramente, pero se apresura a retirarse. ¡Cuidado que era linda aquella niña!
Las batallas y alborotos pertenecen á la epopeya, y sólo se han de contar en el teatro. »Admírase Fadrique del escaso número de espectadores, que hay, habiendo de representarse por primera vez una pieza, á lo cual contesta Alonso López, que cierto bailador de cuerda atrae á otra parte la gente.
Azorín contesta que aún dura ese café. De pronto estalla en la sala una larga salva de aplausos. Y el viejo tiende los brazos hacia Azorín, lo abraza y llora en silencio. Estos son unos viejos, muy viejos. Llevan un pantalón negro, un chaleco negro, una chaqueta negra de terciopelo. Esta chaqueta es muy corta. Ya casi no quedan en el pueblo más chaquetas cortas que las de estos viejos labriegos.
¡Lo mismo que en la vida humana! exclamo con asombro . ¡Igual que entre los hombres! Sí; igual que entre los hombres contesta el naturalista, y continúa su relato. La cigarra es un elefante comparada con la hormiga, un monstruo antidiluviano que podría aplastarla desplomándose sobre ella. Pero no tiene mandíbulas ni es carnicera.
Nada contesta: soy yo, a quien no conoce; no quería irme a mi casa sin darle a usted las buenas noches. ¡Bribón! ¡insolente! Si bajo... A ver cómo baja usted, baje usted: usted perdería más: figúrese usted dónde estaré yo cuando usted llegue a la calle. Conque buenas noches: sosiéguese usted, y que usted descanse.
Palabra del Dia
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