Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 16 de mayo de 2025
En vez de ponerlo en conocimiento del director, o por lo menos marcharse y no subir más al cuarto, como aconsejaba su dignidad, contentose con llorar perdidamente. ¡Y bien perdido quedó desde entonces!
Volvió la cabeza y vio a su hija María, que vino a sentarse silenciosamente a su lado. Pero él, como si presintiera un nuevo dolor, no le preguntó nada, no le dijo nada. Contentose con apretarle la mano y cerró de nuevo los ojos.
-Esa Angélica -respondió don Quijote-, señor cura, fue una doncella destraída, andariega y algo antojadiza, y tan lleno dejó el mundo de sus impertinencias como de la fama de su hermosura: despreció mil señores, mil valientes y mil discretos, y contentóse con un pajecillo barbilucio, sin otra hacienda ni nombre que el que le pudo dar de agradecido la amistad que guardó a su amigo.
Contentóse al fin con mandar al Polión a la perrera, y saludar al magnate con un poco de frialdad. La antipatía, sofocada un instante, volvió a despertar con más fuerza. La amistad, las atenciones del Duque con su esposa, comenzaron, no ya a chocarle como antes, sino a herirle. No se le pasaba por la imaginación que tuviesen más carácter que el de finezas o galanterías usadas en la alta sociedad.
Contentóse con murmurar fatídicamente rechinando un poco los dientes: ¡Me parece que voy a ponerte yo la vergüenza que no tienes! El encuentro con la querida de Salabert en el momento en que se hallaba en lo más culminante de sus confidencias, le había turbado, y por eso no había despegado los labios.
Sintiose el joven particularmente cautivado por aquella mirada, donde adivinaba cierta misteriosa simpatía; no sólo su amor propio se sintió halagado por las insistentes miradas de la joven, sino que experimentó un sentimiento de atracción, que le arrastraba hacia ella. Contentose, al principio, con decir para sí: ¡Qué niña tan bonita!
Contentóse con arrojar á la tertulia una profunda mirada de desprecio, y tomando el sombrero salió de la trastienda y de la tienda sin percatarse de la sorpresa de los circunstantes. Una vez en la calle detuvo el paso, y volviendo la vista atrás murmuró: Al fin no pudo desmentir su casta... ¡Su casta de villanos! añadió con acento más colérico. Su cólera cedió, no obstante, muy pronto.
No procuró confirmarlos, primero porque no le importaba, y después porque una vez confirmados se vería obligado a despreciarla, y no quería que una mujer que tanto se parecía a su madre en la figura fuera un ser despreciable. Se abstuvo de pedir noticias de ella. Contentóse con satisfacer siempre que podía aquel extraño deseo de renovar su dolor, de conmoverse hasta derramar lágrimas.
Palabra del Dia
Otros Mirando