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Era de trato muy amable y cultísimo, de conversación insustancial y amena, capaz de hacer sobre cualquier asunto, por extraño que fuese a su entender oficinesco, una observación paradójica. Había pasado toda su vida al retortero de los hombres políticos, y tenía conocimientos prolijos de la historia contemporánea, que en sus labios componíase de un sin fin de anécdotas personales.

Para el muerto la unción de los gusanos, repartición, de carnes entre hermanos: ¡comedia eterna, repugnante dolo! Mayo, 1920. Poetisa contemporánea, casada con norteamericano, pero españolísima de sentimientos. A ALEJO VALD

Era alguna vieja contemporánea que les hacía reir y toser hasta reventar con historias antiguas. Don Rosendo charlaba en un rincón con don Melchor de las Cuevas. Explicábale un vasto proyecto de puerto, grandioso como todos los suyos. Porque no es posible representarse bien lo que había crecido la ciencia, ya grande, de Belinchón en los últimos años.

Parecía la imagen de la Historia levantándose de su sepulcro a pedir cuentas a la generación contemporánea. , señora: se la di al sargento añadió el mozo, sacando de la vaina un sable nuevo, reluciente y de agudísimo filo . ¡Si aquello no servía más que de estorbo!

Pensó que no la vería más. Vuelta la cara a la pared, ¿qué hizo durante el rato que permaneció allí?... ¿Lloró? Quién lo sabe. Tal vez estampó una lágrima en aquella pared donde a balazos estaba escrita la página más deshonrosa de la historia contemporánea. Capítulo XVIII Últimos consejos de mi tío el Canónigo

Era contemporánea del Conde-Duque de Olivares. Los hijos de aquel infortunado comerciante eran tres. Fijarse bien en sus nombres y en la edad que tenían cuando acaeció la muerte del padre. Juan Pablo, de veintiocho años. Nicolás, de veinticinco. Maximiliano, de diecinueve.

Entonces dijo Ido, fatigado de aquel relato incoherente, y de aquel vocabulario grotesco , recogió usted a ese precioso niño... Buscaba Ido la novela dentro de aquella gárrula página contemporánea; pero Izquierdo, como hombre de más seso, despreciaba la novela para volver a la grave historia.

Para conocer bien esta historia contemporánea y local y ejercer sobre los hechos la más severa crítica, se valía doña Inés de diferentes medios, siendo el más importante una criada antigua, que hacía recados, que entraba y salía por todas partes y que se llamaba Crispina, émula en su favor y privanza de Serafina, la doncella.

Esta maligna insinuación de la Fleurota acababa de despertar en su espíritu una inquietud mal adormecida. Esta mujer, contemporánea de Miguelina, a la que había tratado sin duda con familiaridad, recibió tal vez algún día íntimas confidencias de la hostelera del Sol de Oro. Era mujer muy despierta y debía saber muchas cosas.

Es una de esas cabezas de mujeres meditativas y perversas en que el artista ha sabido poner toda el alma femenina contemporánea. Frente al pupitre, en sencillo marco de caoba, está una fotografía del autorretrato del Greco.