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D. Saturnino Alvarez, Tesorero del Real Consulado; el Sr. Dr. D. Agustin Pio de Elia, Abogado de esta Real Audiencia; el Sr. D. Miguel de Escuti, vecino y del comercio; el Sr. D. Pedro de Arteaga, Oficial segundo de la Secretaría de Gobierno y Guerra del Vireinato; el Sr. D. José María de las Carreras, vecino y del comercio; el Sr.

Bajo el Consistorio, la secta de los teofilántropos estableció aquí su culto. En 1801 tuvo lugar el famoso y raro concilio, á que asistieron ciento veinte obispos constitucionales. Bajo el Consulado, se restableció el culto católico, prévios una misa y un Te Deum, pomposamente celebrados en presencia de los tres cónsules.

Tambien ha llegado á entender la reprensible tolerancia que se le advierte con el director, contador, tesorero y factor de la renta del tabaco, con los administradores de aduana y renta del vino, y con el ajente fiscal; los cuales, ademas de reunir los diferentes destinos incompatibles con su principal empleo, disfrutan acciones en la Nao de Acapulco en calidad de comerciantes y vocales del consulado: y en caso de ser cierto lo referido, es la Real voluntad de S. M. que á estos empleados se les obligue desde luego á renunciar semejantes acciones en la Nao y las demas comisiones de comercio, y aun los destinos que obtengan y no sean compatibles con el exacto desempeño de las obligaciones de sus empleos de real hacienda, conforme á lo dispuesto en las leyes y Reales órdenes de la materia, y que de lo contrario sean separados inmediatamente, dando V. S. cuenta á S. M. para que en su lugar nombre á otros que los sirvan con la pureza é imparcialidad que tanto conviene.

Calmada la zozobra que inspiraban los amagos filibusteros, don Francisco se contrajo al arreglo de la hacienda pública, dictó sabias ordenanzas para los minerales de Potosí v Huancavelica, y en 20 de diciembre de 1619 erigió el tribunal del Consulado de Comercio.

Bilbao, tan célebre por su famoso Consulado que expidió las Ordenanzas de comercio muy conocidas en los pueblos españoles, se ha distinguido por su liberalismo, heróicamente probado en tres sitios memorables durante la guerra civil en que casi todos los pueblos vascongados eran carlistas. Fue allí que sucumbió el terrible Zumalacárregui; el tipo acabado de los guerrilleros en España.

Conocí que su consejo era bueno, y en el correr de la conversación, mientras tomábamos un piccolo en casa de Giacoso, me indicó que debía ocupar a un tal Carlini, hombre muy astuto aunque viejo y feo, quien se había encargado algunas veces de ciertas investigaciones privadas del consulado inglés. Una hora después el viejo se presentaba en el Saboya.

Entre ellos se hallará que en Agosto de 1797 se espidió un decreto en Manila previniendo no se hiciese novedad alguna en el particular; y posteriormente en distintas épocas se repitió lo propio; pero mas principalmente en 1819 se acordó por aquel gobierno, despues de oidos los señores fiscal y asesor, y el voto consultivo de la junta superior de hacienda, cesase desde luego la innovacion que se habia hecho de conducir al correo la correspondencia que de paises estranjeros y en buques de la misma clase y nacionales llegaba á las Islas, observándose la práctica hasta alli seguida, como se previno en el superior decreto de 16 de Agosto de 1797: todo conforme lo solicitado por varios vecinos de Manila y vocales del consulado.

Y despues añadió: ¡Pobre joven!... Si todos pensasen y obrasen como él, no digo que no... ¡Pobre joven! ¡Pobre Florentino! La noche de aquel mismo sábado, el chino Quiroga que aspiraba á crear un consulado para su nacion, daba una cena en los altos de su gran bazar situado en la calle de la Escolta.

El bueno de Tremontorio siguió largo rato consolando, á su manera, á aquellas pobres mujeres, hasta que el grupo, compacto siempre y cada vez más numeroso con la turba de chiquillos que se le iban agregando á su paso, cambió de rumbo al llegar al Consulado, y se internó en la población; y yo, que maquinalmente le había seguido escuchando á Tremontorio desde la Punta del Muelle hasta aquel sitio, perdíle en él de vista y continué hacia la Ribera, vivamente impresionado con las escenas de que había sido testigo aquella tarde.

Decíase que Simoun favorecía las ambiciones del chino, era partidario del consulado, y un cierto periódico chinófobo le aludía al través de muchas perífrasis, indirectas y puntos supensivos, en la célebre polémica con otro periódico partidario de la gente de coleta.