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Atento despues al establecimiento de la quietud pública, y considerando que para conseguirla era preciso asegurar enteramente el recelo del castigo, que susistia en algunos pueblos que habian contribuido en mucha parte á aquella conspiracion, determiné hacer publicar en todas las iglesias, por sus respectivos curas, el edicto siguiente:

No, yo no puedo olvidar lo uno, ni sufrir pacientemente lo otro. Odio á Lerma, y he conspirado, conspiro y conspiraré contra él. Mi conspiración ha estado á punto de costarme la honra, y todavía puede costarme la vida. ¡Ah, señora! ¿Se atrevería ese hombre? A todo, á todo por sostener su soberbia; pero el misterio consiste en si me matará él á , ó en si yo le mataré á él. ¡Matarle!

¡Qué episodio administrativo tan pintoresco, tan chino! El servicial Camilloff, que se pasaba el día entero recorriendo los Yamens del Estado, tuvo que probar, primero, que el deseo de conocer la morada del viejo Mandarín no encubría ninguna conspiración contra la seguridad del Imperio, y después fué preciso que jurase que no encerraba esta curiosidad un atentado contra los Ritos sagrados.

Los presos eran tres: D. Carlos, un fraile aragonés que pereció el año 35 en Zaragoza cuando la célebre causa y conspiración de D. Vicente Ena, y un capitán de caballería que desde mucho antes andaba en aquellos trotes, y después de ser masón el 20 e indefinido el 24, había ingresado en los nacientes y aún no fogueados ejércitos del Infante.

Yo recuerdo que no ya entre los elementos españoles, sino aun entre los elementos cubanos, y muy cubanos, y muy probados, pero que no se encontraban en la conspiración que estallaba en aquellos instantes, fue un efecto terrible el que produjeron los primeros movimientos.

Efectivamente, razón tenía. Su hijo, el coronel Maza, tenía tramada una conspiración en que entraba todo el ejército, y después Rosas decía que había muerto al anciano padre por no darle el pesar de ver morir a su querido hijo. Pero aun me falta entrar en el vasto campo de la política general de Rosas con respecto a la República entera.

No puede ser replicó el lectoral; alegando que si le escuchaba como confesor, no podría usar de sus revelaciones, en adelante. Ramiro refirió entonces, con acento moribundo, de qué modo había caído en plena conspiración y cómo le sorprendieron y acuchillaron.

Protesto en nombre de mis paisanos, y afirmo que es Zaragoza el pueblo de España que más ha hecho en todos tiempos por la libertad. ¿No se le acusa de ser un foco de exaltación republicana? ¿No se ha dicho que de allí salen las ideas más disolventes, que allí se elabora una conspiración para sostener la República? Hechos quiero y no palabras dijo el primer orador.

A una de ellas, famosa hechicera, diola el Diablo por añadidura un rostro hermosísimo. Uno de los guardas habíale dicho, punto por punto, el delito de ambas mujeres. Ramiro escuchó entonces la adulterada historia de la conspiración por él descubierta.

Cuando la aristocracia veneciana hubo sofocado la conspiración de Tiépolo en 1300, nombró de su seno diez individuos que, investidos de facultades discrecionales, debían perseguir y castigar a los conjurados, pero limitando la duración de su autoridad a sólo diez días.