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Actualizado: 16 de junio de 2025
Jouarre, junto a una consola, cuyas luces, entre los ramos de orquídeas, orlaban sus cabellos de aquel nimbo áureo que tan justamente le pertenece como «reina de la gracia entre las mujeres». Recuerdo aún su sonreir cansado, el vestido negro con adornos de color de oro, el abanico antiguo que tenía sobre el regazo.
María-Manuela abrió instantáneamente y le llevó por la mano, sin decirle palabra, hasta una salita donde había un sofá y cuatro sillas de paja, una consola con sus correspondientes caracoles de mar encima, espejo resguardado de las moscas por una gasa, algunos cuadros en litografía representando la historia de Hernán Cortés y D.ª Marina y en el centro una mesilla cubierta con tapete de hule.
Hay también un vocabulario de filosofía y otro de economía política; hay, además, en su edición lyonesa de 1675, el curiosísimo Tesoro de las dos lenguas, francesa y española, que compuso César Oudín, «intérprete del rey». La consola es de nogal. Los pies delanteros son ligeras columnillas negras con capiteles clásicos de hueso, con sencillas bases toscanas.
Lo amueblan dos sillones, una mecedora, seis sillas, un velador, una mesa y una consola. Los sillones son de tapicería a grandes ramos de adelfas blancas y rojas sobre fondo gris. La mecedora es de madera curvada. Las sillas son ligeras, frágiles, con el asiento de rejilla, con la armadura negra y pulimentada, con el respaldo en arco trilobulado.
Sobre la consola ardían dos quinqués con sendas pantallas, que no les permitían alumbrar más que el suelo, dejando envuelto en media luz y muy tenue el resto de la habitación. Al poco rato de estar allí sentí el taconeo de unos pasos, y doña Tula y don Oscar llegaron al mismo tiempo a la puerta.
Porque tienes en perspectiva todo lo que se puede ambicionar. Puede ser... murmuró María Teresa, distraída. Su mirada erraba por el salón; de pronto, designando sobre una consola Luis XV, un jarrón de cristal verde incrustado de oro, que sostenía un gran ramo de violetas de Parma, exclamó: ¡Mira qué linda copa!... Juan acaba de mandármela de Bohemia.
Componían el modesto mueblaje una consola, sillas de tapicería muy usadas, procedentes de casa de los condes, y un sofá de gutapercha en plena decrepitud.
El velador es redondo; está cargado de infolios en pergamino y pequeños volúmenes amarillos. La mesa es de trabajo; la consola, colocada junto a la mesa, sirve para tener a mano libros y papeles. La mesa es ancha y fuerte; tiene un pupitre; sobre el pupitre hay un tintero cuadrado de cristal y tres plumas.
Y pensando esto, su mirada iba instintivamente hacia el mármol de una consola, donde antes se exhibían unos magníficos candeleros de plata guardados ahora en el Monte de Piedad; y miraba igualmente los cromos baratos que adornaban las paredes del salón, sustituyendo a dos grandes cuadros heredados de su padre, obra de Juan de Juanes, por los cuales le habían dado lo preciso para vivir durante un mes.
La sala era una estancia cuadrada bastante capaz y casi tan desmantelada como el resto del edificio: un sofá de paja, una docena de sillas, una consola de caoba con pequeño espejo de marco dorado encima y algunos cuadros colgados de la pared componían todo su mobiliario. La hermana tomó la guitarra luego que todos nos hubimos acomodado en las sillas, y comenzó a rasguearla dulcemente.
Palabra del Dia
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