Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !

Actualizado: 12 de mayo de 2025


En aquel tiempo ya era yo aficionado a leer, había compuesto no pocos versos y hasta me parece que también había escrito y publicado varios articulitos en prosa. A pesar de todo, cuando el Sr. Sobolefski me habló de D. Manuel Milá y Fontanals, de quien él era grande admirador y amigo, tuve que confesarle que ni las obras, ni el nombre conocía yo de tan ilustre literato.

Yo siempre he creído en Dios, siempre he confiado en El, sobre todo desde que su bondad infinita me concedió una hija; y a pesar de ello he de confesarle a usted que con sobrada frecuencia ha venido la duda a turbar mi contristado espíritu.

Eso no hacía más que aumentar mi cariño e impulsarme a rogar a Dios para que derramara sus bendiciones sobre ella, pero no le daba mi confianza. Mientras no me abriera su corazón ella misma, no podía ni quería confesarle cuán profundamente mis ojos habían penetrado ya en él.

Trabajo le costó al barón apaciguar á su alborotado amigo, quien acabó por confesarle que sólo esperaba saborear un nuevo y gustoso guiso que en aquel momento le preparaban, para enviar también un cartel al mismo príncipe. Pero ¿estáis dejado de la mano de Dios? le preguntó el barón. ¿Qué os ha hecho el príncipe?

Adivino que posee usted dotes naturales. Usted ha sido arrastrada al teatro por una de esas vocaciones irresistibles... JESSY. ¡Quia! ¡No! ¡De ninguna manera...! A no me gusta el teatro... ¡No me agrada mas que el cinematógrafo...! JESSY. Hasta puedo confesarle a usted que el teatro me disgustaba cuando era muchacha honrada... ¡Hace ya mucho tiempo...!

Es mi esposo; por consiguiente, todo amor entre nosotros está excluido añadió. Ha sido usted siempre mi amigo, señor Greenwood, pero ahora que me ha obligado a confesarle la realidad, nuestra amistad ha terminado. ¿Y su esposo está aquí con usted? Ha estado respondió, pero se ha ido. Supongo que abandonó usted Londres secretamente para reunirse a él, ¿no es así? observé con amargura y acritud.

Así es que sin cesar iba a casa del cura, a confesarle mis cuitas, inquietudes, esperanzas y protesta contra la espera que me veía obligada a soportar. Sabía, que el objeto de mi amor ¡ay! no había hallado de su gusto el viaje a Laponia. Paseábase tranquilamente en San Petersburgo, y las hermosas eslavas me daban un miedo horrible. ¿Estáis seguro de que no se enamorará de una rusa, señor cura?

Después, dominado por el éxtasis de aquel momento de placer, la miré de fijo a los ojos, exclamando: Ha tratado de huir de , pero hoy la he vuelto a encontrar. He venido, Mabel, a confesarle con franqueza, a decirle... a decirle, mi queridísima Mabel, que... que la amo!

Aun admito que lleve la hipocresía hasta no caer de rodillas sobre esa tumba para confesarle todo; admito que el horror que me inspiraría a misma, no me ahogue, que encuentre el miserable valor de casarme con él; ¿qué existencia llevaría a su lado? ¿Para qué aferrarse a una dicha que uno mismo ha hecho imposible desde mucho tiempo atrás?

Nada nuevo había en lo que allí me decía y, sin embargo, me sentí tan violentamente conmovida por esa sencilla y enternecedora prueba de su cariño, que no tuve en el primer momento más que un pensamiento: ir a arrojarme al pie de su cama, y confesarle cuán indigna era aquella a quien ofrecía el asilo de su corazón y de su techo. Ciertamente, ya no me cabía ninguna duda.

Palabra del Dia

commiserit

Otros Mirando