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Actualizado: 13 de junio de 2025
Don Pedro tomó en brazos a su esposa y la sentó en la albarda, arreglándole la ropa con esmero. Así que pudieron conferenciar reservadamente capellán y señorito, preguntó don Pedro, sin mirar cara a cara a Julián: ¿Y... ésa? ¿Está todavía por aquí? No la he visto cuando entramos.
Desde aquel momento me siento ya más tranquilo; voy a explicártela, Amaury, y luego, invitándote a reflexionar y recordándote mi prohibición te dejaré solo, seguro de volverte a ver mañana para conferenciar contigo y con Antoñita antes de volverme yo a Ville d'Avray. Hable usted.
Pratt, deseaba conferenciar con D. Emilio Aguinaldo, á lo que se le contestó que en dicha casa no se conocía á ningún Aguinaldo; pues así se había convenido responder á todo el mundo.
El bueno de D. Juan iba muchas tardes en busca del Padre Gracián para conferenciar con él de los últimos obstáculos que convenía allanar para casarse con Micaelita. Hablando de la tierra con que el profesor de
Generalmente era en las altas horas de la noche cuando éstos se veían obligados a venir a conferenciar con él; pero también durante el día solía molestarles, como si no tuvieran en el otro mundo otra ocupación más perentoria.
Hasta las mujeres atizaban el fuego, como si anhelasen la lucha, teniendo en poco la vida de sus hijos. Una tarde, ya puesto el sol, llegó a casa de Tirso un hombre, y tras conferenciar con él breve rato, partió en dirección a otro pueblo cercano.
Carlota y Presentación se quedaron a la puerta, haciendo esfuerzos desesperados para ocultar su emoción. Recibioles el director cortésmente. D. Pantaleón se dejó conducir por él a otra estancia para conferenciar secretamente acerca de las anomalías orgánicas del ser que iba a mostrarle. Trascurrió media hora. Al cabo se presentó de nuevo el jefe. Ya está, arreglado el asunto.
Hazme la merced de llamar al señor de Fenton, con quien deseo conferenciar antes de que nos alcance el enemigo en esta desventajosa posición.
San Martin corrió á encontrar á Bolívar, y el 25 de Julio se abrazaban en Guayaquil estos dos valientes guerreros, que habiendo partido desde ambos extremos del Nuevo Mundo, iban á conferenciar acerca de la independencia de su pais bajo el ardiente sol del Ecuador.
Este ruido, este ir y venir, este pisar de caballos, no pueden ser otra cosa más que la entrada de Su Majestad, y como yo he venido aquí con mi ejército para esperarle, conferenciar con él y recibir sus reales órdenes, voy a vestirme al momento y a subir, porque no conviene que aguarde nuestro señor. Arrojose del lecho, y no poco trabajo costó a Salvador detenerle.
Palabra del Dia
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