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Viéndoles juntos, se observaba extraordinario parecido entre el señor de la Lage y su sobrino carnal: la misma estatura prócer, las mismas proporciones amplias, la misma abundancia de hueso y fibra, la misma barba fuerte y copiosa; pero lo que en el sobrino era armonía de complexión titánica, fortalecida por el aire libre y los ejercicios corporales, en el tío era exuberancia y plétora; condenado a una vida sedentaria, se advertía que le sobraba sangre y carne, de la cual no sabía qué hacer; sin ser lo que se llama obeso, su humanidad se desbordaba por todos lados; cada pie suyo parecía una lancha, cada mano un mazo de carpintero.

Despues de aquella hora maldita... No conozco el terror, estoy condenado a no esperimentar nunca el temor natural, ni los latidos de un corazon que hacen palpitar el deseo, la esperanza o el amor de alguna cosa terrestre... Pongamos en practica mis operaciones magicas.

Pues un día que iba por la Plaza de Provincia, vio el burro de un aguador, suelto: el dueño estaba en la taberna próxima. Entráronle ganas a Manolito de montarse en el pollino, y como lo pensó lo hizo. Pero el condenado animal, en cuanto sintió el jinete salió escapado, y aunque el chico hacía esfuerzos por detenerlo, no podía... Total, que llegó hasta la calle de Segovia, muy cerca del puente.

¡Ca... ramba! exclamó echando un terno, ¡maldita suerte la mía! ¿he de estar condenado a vivir siempre separado de ella? Con gesto de mal humor, dió los dos pesos de la tía a Agapo, recomendándole que no fuera a emborracharse, y allí mismo le dejó plantado, siguiendo la calle de Moreno a buen paso. La verdad es que tenía por qué quejarse de su estrella.

Al escribir Tirso y Calderón El condenado por desconfiado y La devoción de la Cruz, en todo lo sobrenatural que allí se representa, pusieron la realidad más evidente. Los altos designios de Dios figuran muy por cima de los ensueños que forjan ó pueden forjar los personajes de ambos dramas.

Mi justificación está sobre todo en eso. Necesito probar, no sólo que he sido condenado injustamente, sino quién fué el culpable y por qué lo fué. Á ese fin consagraré mis últimas energías de hombre; después no quiero ser sino indulgencia y mansedumbre.

La doctora es mi enemiga... Ella, que me protegió tanto en otro tiempo, me abandona como algo viejo que es necesario suprimir. Tengo la certidumbre de que me han condenado en lo alto... Se estremecía al recordar la cólera de la doctora cuando, á la vuelta de uno de sus viajes, se enteró de la muerte de su fiel Karl.

La idea de avanzar hasta el Colorado no era nueva , pero las ventajas de esta ocupacion adquieren en manos del autor tal grado de evidencia, que solo la instabilidad de los gobiernos que se sucedieron desde entonces, puede explicar el olvido á que habia sido condenado este proyecto, hasta que se resolvió á llevarlo al cabo el actual Gobernador de la Provincia.

En este dia fué sacado á auto público i degradado de las órdenes que tenia i despojado de las vestiduras eclesiásticas, quedando en un sayo de paño: con el cual fué relajado al brazo secular, i condenado á sufrir vivo la pena de ser reducido á cenizas.

No había banco en el recibimiento, y como el condenado aquél no la invitó a pasar, misia Casilda se sentó en un tramo de la escalera; ¡ganas de llorar tenía! ¡con tal que pudiera entenderse con aquel hombre!