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Actualizado: 14 de junio de 2025
No le costaba a ella poco trabajo vigilarla y esconderla de las codiciosas miradas y rapaces manos de Alfonsín, que, si lo dejaran, la rompería para coger el dinero y gastarlo todo en triquitraques... o comprar un carro de mudanza con caballos de verdad.
¡Que estamos conformes, mujer!... Pero.... Y Simón se rascaba la cabeza y fruncía la boca. En esto entró el señor cura, venerable viejecito, a comprar dos cuartos de hilo negro para recoserse la sotana. Más a tiempo no podía usted llegar, señor don Justo le dijo Simón. Pues ¿que ocurre? preguntó el cura. Algo muy serio para nosotros respondió Simón ingenuamente.
No se detuvo Candido en Burdeos mas tiempo que el que le fué necesario para vender algunos pedernales del Dorado, y comprar una buena silla de posta de dos asientos, porque no podia ya vivir sin su filósofo Martin.
A Lewis no lo abandonaba para comprar tabaco; pero los libros recién adquiridos hablaban de un narcótico empleado en Asia que hacía ver el porvenir, de una gitana de Granada que podía matar á las personas con solo el deseo y unas palabras misteriosas, y allá se iba, bajo la fe de anónimos autores que nunca habían salido de París.
Resuelto a extirpar la impiedad que se había enseñoreado de su casa, no quiso demorarlo, y una mañana, como observase que doña Manuela estaba desdoblando el mantón para ir a comprar unos medicamentos, se anticipó a ella y la esperó en una esquina próxima: luego la fue siguiendo por la calle Imperial abajo, y cuando iba a entrar en una botica de la de Toledo, la llamó de cerca: ¡Madre, madre!
Seis semanas antes, este Garneville se había instalado en una gran casa toda recién amueblada, que no tenía más defecto que ser de una magnificencia demasiado violenta. Madama Norton firmó un contrato de alquiler, cien mil francos al año, con opción a comprar la casa y el mueblaje por dos millones en el primer año.
Y como las circunvoluciones de mi cerebro no me habilitaban para componer odas a la manera de tantos otros que, a mi lado, se desquitaban así del tedio que la profesión les producía; como mi escaso sueldo, apenas suficiente para pagar la casa y el tabaco, no me permitía ningún vicio, había tomado el hábito discreto de comprar en la feria de Sadra libros antiguos desencuadernados, y por la noche, en mi cuarto, me entretenía con esas curiosas lecturas.
Cuando usted habló en el Congreso sobre eso del río, envié a Alcira a comprar el periódico y lo leí no sé cuántas veces, creyendo ciegamente cuanto allí decían en su honor.
21 Y Arauna dijo: ¿Por qué viene mi señor el rey a su siervo? Y David respondió: Para comprar de ti esta era, para edificar [en ella] altar al SE
Propúsole entonces Celestino Reguera comprar un marco antiguo, de plata cincelada, que procedente de cierta casa ducal muy conocida, estaba de venta en la Exposición de arte retrospectivo. Currita se dio una palmada en la frente. ¡Tonta de mí! dijo . Si no se necesita; si tengo yo aquí mismo, en casa, al alcance de la mano, algo mejor y mas rico que cuanto pudieran ofrecerme.
Palabra del Dia
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