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Actualizado: 1 de junio de 2025


Power en la escalera del jardín de invierno, y juntos fueron a sentarse en el sitio que ocupaba ella habitualmente con la pareja de compatriotas. Ojeda, después de ser presentado a los esposos Lowe, permaneció allí como si estuviese en familia. «Ya lo acapararon los yanquis pensó Maltrana . Ahora la señora le muestra un abanico y le invita a escribir en él... Desea versos; tal vez versos de amor.

El papú, supersticioso como todos sus compatriotas que creen en los genios del mar y de la noche, se guardó muy bien de tocar el papel. Al contrario, temiendo que fuera un poderoso maleficio, apresuróse a dar la orden de marcha. Convencido de que su hijo había sido muerto por los arfakis o por sus prisioneros, volvía a su aldea.

La revolución americana fue hecha por el grupo de hombres que habían conseguido levantarse sobre el nivel de profunda ignorancia de sus compatriotas. Las masas los siguieron para destruir, y en el impulso recibido pasaron todos los límites.

Esperemos que suceda lo propio a mis compatriotas aficionados a libros, a fin de que compren y lean éstos sobre los que ahora voy discurriendo. Otro peligro hay, contra el cual no veo reparo ni cautela que esté de sobra.

Después de esta lamentación siguió hablando, en medio de un profundo silencio. Todos los ojos estaban fijos en él. Sus compatriotas esperaban un cuento divertido que les hiciera reir ó una historia interesante que les obligase á estirar el cuello con asombro y curiosidad, hasta la hora de acostarse.

Al verse solo, se lanzó á predicar entre sus compatriotas las ventajas de la civilización de los gigantes. Los descontentos del Imperio, que eran muchos, vieron en él un jefe que podía sustituir á la dinastía reinante. Los sabios le escucharon como un maestro divino, y todas las universidades fueron declarándose discípulas suyas.

¿Y qué hará con ellas? preguntó Cornelio . ¿Adornarse quizá la cabellera? No, señor Cornelio. Imitará con esas plumas dos aves del paraíso, que venderá luego a los chinos, a los malayos o a nuestros compatriotas. ¿Que imitará dos aves? Esa es la palabra, señor Cornelio contestó Horn, riéndose. No te comprendo. Me explicaré mejor.

La señá Eufrasia, cuarentona de incansable verbosidad, hablaba con aire protector de sus compañeros de viaje. Los compatriotas, «los de la tierra», le inspiraban lástima. ¡Probes! Tenemos aquí gentes de mucha necesiá, don Isidro. Hay que ver cómo van esas mujeres y cómo llevan a sus críos... Nosotros, aunque me esté mal el decirlo, no vamos a las Américas por hambre.

Por eso decía: «Mucho han de variar las cosas, mucho han de aprender los hombres para que la política de mi desventurado país pueda llegar a serme simpática, y como yo, por muchos años que Dios me conceda, no he de vivir lo bastante para ver a mis compatriotas instruidos en lo que es libertad, en lo que es ley y en lo que es gobernar, lo mejor será que no me afane por esto, y que deje pasar, pasar, contemplando desde mi indiferencia los sucesos que han de venir, como se miran desde un balcón las figuras de una mascarada».

Ni un solo carro de avituallamiento, ni un emisario que le trajese explicaciones acerca de su futura alimentación. Decididamente, le habían olvidado. Gillespie, ruborizándose un poco, empezó á hablar con cierta dificultad, como si abordase un tema algo inconveniente: Miss, los compatriotas de usted me han dejado en un traje poco presentable.

Palabra del Dia

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