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Los personajes colocados en escena deberían hablar en su lenguaje peculiar y propio, con su originalidad, su gracia y sus defectos naturales, porque despojados de ese ropaje, lo serían igualmente de su carácter típico, que es lo único que los hace simpáticos, conservando la imitacion y la verosimilitud en el fondo y en la forma.

La maravillosa comida y las dos o tres copas de champagne, tenían, en parte la culpa de esta catástrofe. Juan no había notado nada. Olvidó la promesa hecha a su padrino ¿Y por qué la olvidó? Porque a madama Scott y miss Percival se les ocurrió poner los pies sobre los taburetes del jardín, colocados ante los grandes sillones de mimbre cubiertos de almohadones.

Descendieron algunos montañeses hasta el pie del monte para recoger a los muertos; abriose a la derecha de la casa de labor una ancha fosa, en la que guerrilleros y kaiserlicks, con sus vestidos, sus sombreros, sus chacós y sus uniformes, fueron colocados unos al lado de otros.

Más tarde se corre en San Juan que las harinas han tomado valor en Buenos Aires; los cosecheros suben el precio; suben las propuestas; se compra el trigo por cantidades exorbitantes; se acumula en varias manos, hasta que al fin una árrea que llega descubre que no ha habido alteración ninguna en la plaza, que ella deja su carga de harina porque no hay ni compradores. ¡Imagináos, si podéis, pueblos colocados a inmensas distancias, ser gobernados de este modo!

La princesa doña Juana y el rey prudente Don Felipe se interponen casi de continuo y nos encubren o no nos dejan ver a D. Cristóbal. Hasta los personajes de tan corto valer moral e intelectual, como el rey cardenal D. Enrique y como D. Antonio, Prior de Crato, descuellan por el pedestal en que están colocados, y por la posición social que ocupan, y tapan también a D. Cristóbal de Moura.

En uno de esos movimientos, en el momento en que abría los ojos y cerraba la boca, se fijó en la larga fila de cartapacios rojos, colocados órdenadamente en el magnífico estante de kamagon: al dorso de cada uno se leía en grandes letras: PROYECTOS.

El catedrático le miró, frunció las cejas y agitó la cabeza como diciendo: ¡Insolentillo, ya me las pagarás! La clase era un gran espacio rectangular con grandes ventanas enrejadas que daban paso abundante al aire y á la luz. A lo largo de los muros se veían tres anchas gradas de piedra cubiertas de madera, llenas de alumnos colocados en orden alfabético.

¡Si te viesen tus amigas de antes, chiquilla!... Estás hecha una señorita; el día en que menos lo esperes te compro un sombrero. Había adquirido Feli su traje en una tienda de modas de la calle de Toledo. La sedujeron unos maniquíes colocados en la acera como si fuesen damas sin cabeza, vestidas de colorines y alineadas para una recepción.

Lo ves, Ana, lo ves; ya Juan no viene y se levantó Lucía; fue a uno de los jarrones de mármol colocados entre cada dos columnas, de las que de un lado y otro adornaban el sombreado patio; arrancó sin piedad de su tallo lustroso una camelia blanca, y volvió silenciosa a su mecedora, royéndole las hojas con los dientes. Juan viene siempre, Lucía.

Fueron cinco o seis años de cruel lucha con la barbarie y desaplicación de los muchachos, de un pugilato fatigoso con los profesores; y gracias al nombre que llevaban y a las cartitas que escribía en cada curso la Reina, salieron adelante. Ya eran oficiales y estaban colocados, cuando una nueva serie de disgustos amargaba la existencia de doña Tula.