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Actualizado: 15 de mayo de 2025
Pues levantarte la falda y coger el palo de una escoba y llenarte de cardenales ese promontorio de carne que tienes... Grandísima loca, ¿qué más honra quieres que prestar tú dinero a una persona como yo?». Como es natural, nada de esto que pensaba la dama fue dicho. Al contrario, hubo de recurrir a expresiones melosas y apropiadas a lo crítico del caso. «Piénsalo bien, hija.
Al ver la trucha resbalar rápida por la masa líquida como un rayo de luz, no nos contentamos con sólo admirar la forma prolongada de su cuerpo y la maravillosa rapidez de sus movimientos, sino que lamentamos también no poder coger al animal y tener el placer de comérnoslo.
Rato hacía que se le había ocurrido que él, gracias a su estatura, podría coger cómodamente la barquilla y arrancarla de sus prisiones... pero ¿qué le importaba a él Obdulia? Podía hacer una figura ridícula, mancharse la levita. La mirada de Ana le hizo saltar a la escalera. Por fortuna era ágil.
Se fastidiaba en su aislamiento: sólo tenía un momento alegre cuando se encontraba con él. ¡Cuántas veces sentía el impulso de coger el tren é ir á buscarle en las minas! ¡Pero tenía tantas ocupaciones! ¡Sentía tanto miedo á presentarse en aquel feudo de la montaña, donde todos le pedían algo!... Sólo en Bilbao, condenado á la servidumbre de la riqueza, á vigilar y ordenar la llegada de aquel chorro de dinero que se metía por sus puertas sin desviar su curso, se aburría, falto de deseos y aspiraciones, con el bostezo del que nada espera, que es el más triste de los fastidios.
8 Entonces Booz dijo a Rut: Oye, hija mía, no vayas a coger a otro campo, ni pases de aquí; y aquí estarás con mis criadas. 9 Mira bien el campo que segaren, y síguelas; porque yo he mandado a los criados que no te toquen. 12 El SE
Los hombres tiraban de sus cucharas de cuerno, formando amplio círculo en torno de él. Eran tantos, que para no estorbarse se mantenían a gran distancia del lebrillo. Cada cucharada era un viaje. Debían avanzar, encorvarse sobre el barreño, que estaba en el suelo, coger la cucharada y retirarse a la fila para devorar las sopas, de una tibieza repugnante.
Únicamente alguna vez nos recomendó, en tono de malhumor, que no volviéramos a coger el Cachalote. Al domingo siguiente se lo volvíamos a robar. Un día nos decidimos a pasar la barra, y desde entonces perdimos el miedo y entrábamos y salíamos del puerto con el Cachalote, aunque hubiera mucho oleaje.
Hay un cuento muy lindo de una niña que estaba enamorada de la luna, y no la podían sacar al jardín cuando había luna en el cielo, porque le tendía los bracitos como si la quisiera coger, y se desmayaba de la desesperación porque la luna no venía; hasta que un día, de tanto llorar, la niña se murió, en una noche de luna llena.
De un salto bajó de su caballo e hizo lo que yo le pedía. ¿Qué quieres hacer? me preguntó. Vas a verlo dije, pero primero suelta los caballos... ¡No faltaba más! dijo Roberto riéndose. Me haces el efecto de quien quiere coger las liebres poniéndoles un grano de sal bajo la cola. E hizo ademán de atar las riendas a un tronco de árbol. ¡Suéltalos! ordené.
Y como él no obedecía castigué a los caballos con mi varilla: antes que él hubiera pensado en sostener más fuertemente las bridas, los caballos galopaban ya libremente en el bosque. ¿Y ahora? dijo mi primo poniéndose las manos en los bolsillos. ¿Te imaginas que van a dejarse coger otra vez? Por ti, no respondí riéndome, pues estaba segura de mis favoritos.
Palabra del Dia
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