Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 14 de mayo de 2025
Leónido abre el zurrón que el pastor le presenta, y halla en él la corona de espinas, la lanza y los clavos; cuando torna á mirarlo, después de contemplar aquellos objetos, ve ante sí á Jesucristo en la cruz, en vez del pastor, y oye estas palabras: Ya, Leónido, llegó el tiempo En que al justo satisfagas Lo mucho que has mal llevado, Haciéndome tu fianza.
Pocas y estrechas ventanas cortadas por columnas de piedra, distribuidas caprichosamente por la fachada; una pared lisa de piedra, ennegrecida por los años; algunos agujeros cuadrados cerca del techo, a guisa de aspilleras; una gran puerta de medio punto reforzada con grandes clavos de acero. Por dentro era inmensa y tenía más alegría. El patio ancho, más ancho que la calle.
«Su nombre está escrito del pueblo en el seno, De sus altas glorias el mundo está lleno, Su frente circuye laurel inmortal; Atleta de Mayo, venció los esclavos, De un pueblo de siervos rompiendo los clavos Bañó su cabeza con óleo de paz.
Después de hacerse rogar mucho por sus dos auxiliares, y de suplicar encarecidamente y por los clavos de Cristo que aquello permaneciese en secreto, sacó al fin del bolsillo una carta. Era de Fernanda a una amiga de Nieva.
Había hermoseado su tienda con lujo asiático: magníficas sillas pintadas de verde esmeralda; clavos romanos, tamaños como platos soperos, para colgar las toallas de tela de un dedo de grueso, grabados que representaban un Telémaco muy largo, un Mentor muy barbudo y una Calipso muy descarnada; tales eran los adornos que rivalizaban en dar esplendor al establecimiento.
Apoyábase en la moca o porra claveteada de clavos de plata, y con acento melancólico y prolongado, cantaba una copla del país, y contestábale desde enfrente una morenita vestida de ribereño, con su chaleco muy guarnecido de botones de filigrana y su faja recamada de pájaros y flores extravagantes, echando la firma, consistente en tres versos irregulares, improvisados siempre, con sujeción al asunto de la copla; al concluir la firma, salían del corro de espectadores varios ¡ju... jurujú! agudísimos.
Lo malo fué que á poco andar dieron con una herrería, donde se detuvieron para atender al caballo de Simón, que mucho necesitaba los servicios del herrero. En conversación con éste, contóle Simón su reciente encuentro y la gran compra que habían hecho; ver el rústico las reliquias y echarse á reir fué todo uno, y asiendo un cajón lleno de luengos clavos se lo presentó á Roger.
No pudiendo ya resistir aquella inquietud, se despertó y se dio cuenta al punto de que tenía dolor de muelas. Entonces era un dolor franco y claro, muy violento, un dolor agudo e insoportable. Y no se podía ya comprender si lo que le dolía era la muela de la tarde anterior o las demás contiguas a ella. Toda la boca y toda la cabeza le dolían, como si estuviese mascando millares de clavos ardiendo.
Palabra del Dia
Otros Mirando