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Actualizado: 2 de julio de 2025
Los fieles comenzaban a acudir y se iba llenando lentamente; y según se iba llenando el calor se hacía insoportable. Cerca del altar mayor, en otro portátil, estaba la santa patrona rodeada de cirios y flores.
¡Tanta es la dolor de mi alma, que hablo sin sentido!... ¡Por estas cuatro criaturas, no me haga mal, señor Vinculero! ¡Fuiste a mi casa y encontraste cerrada la puerta! ¡Me echaron los canes!....¡Pedía un bien de caridad para abrir una cueva!.... ¡Cinco cirios, cinco rabos, cinco demonios coronados! ¡Yo cavaré la cueva para tu marido!
Al verdugo también se le obliga a permanecer allí, pero por otro motivo; se trata de purificarle por anticipado del homicidio que va a cometer. Todo transcurría, pues, en el orden apetecido; los cirios ardían, los monjes cantaban, el verdugo rezaba, y el ataúd abierto esperaba.
Entre cuatro grandes cirios, sobre un tapiz fúnebre y tendido en el acolchado fondo de una caja blanca y dorada como aquella que tanto le había seducido, pasó Juanito la noche, velado por su hermano y por Roberto, que de vez en cuando salían al balcón para fumar un cigarro.
Sin embargo, cuando pasé el umbral de aquel gran salón herméticamente cerrado, en el que ardían los cirios hacía dos días, y respiré el olor frío de las altas vigas saturadas de vejez, sentí un malestar de tristeza y como repugnancia por una vida que conduce a la infalible muerte. Empezaron a llegar amigos y parientes que yo no conocía y a quienes expliqué la ausencia de Lacante.
Durante la noche se realizó todo como era mi deseo. Separose la nieve amontonada sobre el surco de la muerte, y encontramos a tientas, entre otros, el ataúd que buscábamos. Filiberta, que era quien había amortajado a su querida señora, la reconoció. Ella misma abrió el ataúd a la luz de unos cirios para que pudiera yo entrever aquel rostro dormido.
Su pena de amor parecía comunicarse con la inmovilidad de los fieles, con la tristeza mística de los santos inmóviles, con el súbito tintineo de la campanilla ritual, y subía por el humo del incienso, que anublando en el altar la figura de la Virgen, la dejaba reaparecer luego al resplandor escaso de los cirios.
Allí estaba ya Neluco, que se había disgregado de la procesión con algunos hombres de los más apegados a la casa, proveyéndolos de cirios y señalándoles puestos en el pasillo y a lo largo de la escalera; a Lita y a su madre se los dio a la puerta de la salona; «y usted, conmigo, allá dentro» me dijo, conduciéndome al mismo cuarto del enfermo, del que no se había apartado Facia un instante.
Más querrán ellos estarse en sus casas que no salir á ver todas las iniquidades que cometen los hombres. Puedo asegurar á usted dijo el abate con sonrisa diabólicamente irónica que no se han quejado, ni se quejarán por el paseo. Lo mejor de la procesión es la comitiva que tenemos organizada. Irán catorce vírgenes vestidas de blanco, con coronas de rosas, velos, escapularios, y cirios en las manos.
Al amparo de los árboles se formaban en hileras las carretillas ocupadas por los heridos. Oficiales y soldados permanecían largas horas en la sombra azul viendo cómo pasaban otros camaradas que podían valerse de sus piernas. La santa gruta resplandecía con el llamear de centenares de cirios.
Palabra del Dia
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