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Actualizado: 26 de junio de 2025


Puso entonces todo bajo llave, pero asimismo no le dejaban tranquilo: ya era Jacintito, que le pedía papel y lo borroneaba o pluma y la echaba a perder; ya el escribientillo que tenían, cagatinta con aires de ministro, de onda sobre la frente, que escribía a fuerza de raspador y de sandáraca, quien no sabía resistir ante la roja barra de lacre o el paquete de sobres, liado en su elegante cinturón de colores.

Aquel campo abierto, aquella mancha de un verde claro, contrastando con el más negro de su cinturón selvático, espaciaba la vista y la alegraba. Aquel campo era la finca predilecta del capitán, su regocijo y sus amores. En cuanto ponía los pies en él sentía un extraño fresco en el cuerpo y el alma; se le disipaban inquietudes y penas. No se pasaba día alguno en que no le hiciese su visita.

Aprieta ese cinturón, Guillermo, ó el hacha te va á cortar los callos. Y á ver si andas con un poco más de vida, moviendo esos hombros y alta la cabeza, como sólo saben andar los arqueros blancos. Y , Reinaldo, no vuelvas á sacudirte el polvo del coleto. ¿Si creerás que vamos á alguna parada? Aguarda, hijo, que antes de llegar al puerto estarás tan empolvado como yo, por mucho que te limpies.

El viejo y el niño iban vestidos lo mismo, pantalón de lienzo blanco, una almilla rayada ceñida al cuerpo, zapatillas y cinturón de lona. Este ligerísimo traje era el más a propósito para hacer gimnasia, sobre todo en las horas calurosas del mes de julio.

Había hecho voto a la Virgen de los Dolores de llevar hábito; y así vestía siempre de negro, con cinturón de cuero barnizado y un pequeño corazón de oro atravesado por una espada, en la parte superior de la manga.

Dígaseme si Juno no estaba bien industriada en todo ello, cuando para encender en deseos frenéticos el corazón de Júpiter, se puso el cinturón de Venus y subió a la cumbre del Gárgaro. Onfale hizo hilar a Hércules; Dalila cortó a Sansón los cabellos y Elena suscitó una guerra espantosa que duró diez años.

En los hombros de la chaqueta había dos estrechos galones de oro problemático, destinados a sujetar dos charreteras; y una espada vieja, colgada de un cinturón ídem, completaba este conjunto medio militar y medio paisano. Los años habían hecho grandes estragos en la parte delantera del largo y estrecho cráneo de este sujeto.

Consistia en una túnica de tisú de oro y un albornoz de lo mismo, con un cinturon de oro purísimo sembrado de perlas y rubíes, tan gruesos y bellos que no sabia el rústico cristiano quitar de él los ojos mientras el oficioso hagib le endosaba la rica vestidura.

Sus orejas diminutas balanceaban las arracadas de diamantes de una abuela. Las criadas la seguían como a una paloma que se escurre. Una buscaba ajustarle las viras del zapato; otra, enderezarle el cinturón de tela de oro recamado de aljófar.

El día empezaba á declinar. Su mirada vagó algún tiempo por los contornos de la casa; por el jardín, cuyos árboles se iban tornando amarillos; por los prados, que como un cinturón de esmeraldas lo circundaban; por las tierras dilatadas de maíz que ostentaban ya con orgullo sus mazorcas rebujadas. Al cabo se detuvo con insistencia en un grupo de casas que apenas se distinguía en el fondo del valle.

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