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No la había leído, por no estar traducida aún al idioma de su país, y pensaba comprar la versión inglesa. Pero la había «visto» en un cinema de Pekín. Además hay que hacer una confesión. La novela está en crisis actualmente en todas las naciones. El siglo XIX fué el siglo de la música y de la novela.

Mucho más tarde, la vieja sintió la atracción de un nuevo deseo. Se acordó con delicia de la obscura sala del cinema y de sus vistas, que ella consideraba como algo celestial. ¡Qué felicidad estar allá dos horas, en un asiento cómodo, conversando mentalmente con su nieto! El pobre Alberto no debía conocer aún la gran noticia que conmovía á París y al mundo entero. Ella iba á comunicársela.

Al principio volvió repetidas veces la cabeza para ver si la observaban los empleados del cinema y recibir su aprobación. Pero el espectáculo la hizo olvidarse pronto de la realidad. El alemán perseguía ya á la alsaciana, desarrollándose sobre el lienzo blanco las complicadas aventuras de la novela cinematográfica.

Allá, en la sala agradable, descansaría cómodamente. Las calles estaban obscuras aún, como en las noches de la guerra preñadas de amenazas aéreas. Pero la muchedumbre formaba grupos. Sonaban instrumentos de música y se improvisaban bailes en las encrucijadas. Al penetrar en el atrio del cinema, el empleado que guardaba la puerta salió á su encuentro alegremente. ¡Viva la paz, abuela!

El comisario devolvió al agente el parte redactado por él media hora antes en la sala de espera de la Comisaría dando cuenta del escándalo ocurrido en el cinema. El veterano, sin decir una palabra, rasgó el papel en menudos pedazos. Buena mujer, puede usted marcharse. La voz del comisario sacó á la vieja de su abstracción. ¿Era cierto que la dejaban irse?... ¡Qué señores tan buenos!

Ayer tuviste que tomar la mitad de tu género al fiado.... Además, en una semana parece que hayas vivido varios años. Pero después de la cuerda reprimenda, volvió á sonreir con su eterna sonrisa de duda. En fin, ¡si eso te divierte!... ¡Si encuentras en ello tu felicidad!... La vieja marchó apresuradamente hacia el cinema, á pesar de sus piernas entumecidas que casi se negaban á sostenerla.

Esta fidelidad en el recuerdo conmovió profundamente á la abuela. ¿Y aún decían que si Julieta era esto ó aquello, por su profesión y su manera de vivir?... ¡Un alma de oro! Su entusiasmo fué enfriándose un poco al notar la serenidad con que escuchaba la bailarina el relato de su descubrimiento en el cinema. Es curioso se limitó á decir , verdaderamente curioso.

¿Y podré volver al cinema? añadió con ansiedad . ¿Me dejarán ver todas las noches á mi pequeño? Los dos hombres rieron de su simpleza, contestando con un gesto afirmativo. Salió de la Comisaría lentamente. No convenía que la viesen huir como el que tiene la conciencia sucia.

Los empleados apagaban las luces y retiraban los carteles. La vieja vió luego cómo cerraban las puertas. Se mantuvo inmóvil, con un codo apoyado en la pared y la frente en una mano. Lloraba con una angustia infantil. ¡Esperar hasta mañana! murmuró . ¡No ver á mi pequeño en tantas horas!... A la noche siguiente la vieja se presentó en el cinema con un aire de humildad.

Hacía esfuerzos inútiles para entender á la vieja, la cual iba repitiendo las explicaciones que había escuchado, aunque sin comprenderlas mejor que la otra. Lo cierto es que Alberto trabaja en el cinema. Ven con el niño; os espero esta noche. Hizo su invitación con aire de mando. A las ocho la encontrarían en la puerta del cinematógrafo, situado casi en el extremo opuesto de la gran ciudad.