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Actualizado: 30 de abril de 2025
No desoía jamás esta clase de ruegos Gracián, que además de eclesiástico bondadoso era médico hábil, y precedido de la coja, llevando tras sí al cleriguito joven que le acompañaba, acometidos cien escalones que conducían a la morada del infeliz matrimonio.
Apeáronse los de a caballo, y, junto con los de a pie, tomando en peso y arrebatadamente a Sancho y a don Quijote, los entraron en el patio, alrededor del cual ardían casi cien hachas, puestas en sus blandones, y, por los corredores del patio, más de quinientas luminarias; de modo que, a pesar de la noche, que se mostraba algo escura, no se echaba de ver la falta del día.
Se hallaba en lo más alto de una cuesta, y a cien metros de distancia, en el fondo de un valle, se veía un pueblo. Por fin se resolvió a continuar su camino porque la sed le devoraba, y en aquel pueblo debía haber agua. Llegó al pueblo cuyas desiertas calles recibían de plano ese sol abrasador de un día del mes de julio.
¡Oh! no, cien veces no replicó Sola con energía . Es todo lo contrario. No violentemos la naturaleza, hija mía; no violentemos tampoco la lógica.
A la salida de la villa, en la carretera, más de cien personas le despidieron. Ante aquella manifestación de cariño, don Rosendo se sintió enternecido. ¡Buena suerte! Pongan ustedes telegrama, ¿eh? No se diga que Sarrió queda por debajo de Lancia. Don Rosendo fué estrechando con emoción las manos de sus partidarios.
Inclinóse a mí la caña y el lienzo, hallé en él otro papel y cien escudos de oro, sin otra moneda alguna. Estaba allí el renegado, dímosle a leer el papel dentro de nuestro rancho, el cual dijo que así decía: Yo no sé, mi señor, cómo dar orden que nos vamos a España, ni Lela Marién me lo ha dicho, aunque yo se lo he preguntado.
Por todo lo cual fue mayor el escándalo, y no se habló en mucho tiempo más que de la influencia deletérea del Magistral y de la muerte de sor Teresa. Sobre su conciencia tiene esa desgracia. Es un vampiro espiritual, que chupa la sangre de nuestras hijas. Esto es una especie de contribución de sangre que pagamos al fanatismo. Esto es una especie de tributo de las cien doncellas.
Perdóneseme la jactancia: yo descubro, al tender mi penetrante mirada por el Universo, cien veces más vida y más inteligencia que la que ve la inmensa mayoría de los hombres.
3 Y luego que él hubo vuelto a su madre los mil cien [siclos] de plata, su madre dijo: Yo he dedicado este dinero al SE
Dios las tendrá escritas... ¡Madre! ¡Quiero estampar aquí tu nombre, una, y otra, y cien veces, madre mia! Cuando niño, encantada en tu cariño, tú me enseñaste á pronunciarle; hoy, hombre, el hombre adora lo que hablaba el niño.
Palabra del Dia
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