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Actualizado: 21 de junio de 2025


ROPA VIEJA. Se corta muy menudita la carne, tocino, chorizo y se machacan los garbanzos, que es todo lo del cocido, haciendo de todo ello una pasta, que se liga con huevo batido. Se unta un molde con manteca o mantequilla y se mete al horno. Cuando está dorado se vuelve el molde a un plato, y se adorna con huevos duros y aceitunas.

Uno se encontró en una trinchera un morralillo con un cantero de pan y medio chorizo envuelto en una carta. Por último, subieron todos hasta el reducto inmediato al precipicio, y con grande algazara inventaron otro juego. Reunidos en grupos, empezaron a tirar cantos a la sima.

TORTILLA CON CHORIZO. Se fríen unas ruedecitas de chorizo o longaniza, y se saca a un plato; aparte se baten los huevos, se mezclan al batido el chorizo frito y se hace la tortilla.

Le daremos una limosna cuando se vaya. ¡Qué tierra ésta tan original! ¡Qué tipos!... ¡Y qué interesante su caza del guardia civil a través de toda España!... Con eso cualquiera podía escribir un folletón de gran interés. Las mujeres del cortijo retiraron de las llamas del hogar dos grandes sartenes que esparcían un agradable olor de chorizo.

103 Allí quedó de mojón y en su caballo salté; de la indiada disparé, pues si me alcanza me mata, y al fin me les escapé, con el hilo de una pata. IV El pulpero. A buena cuenta. 104 seguiré esta relación, aunque pa chorizo es largo: el que pueda hágase cargo cómo andaría de matrero, después de salvar el cuero de aquel trance tan amargo.

En suma, allí se juntaba lo más granado de la comarca, faltando sólo el marqués de Ulloa, que vendría de fijo a los postres. La monumental sopa de pan rehogada en grasa, con chorizo, garbanzos y huevos cocidos cortados en ruedas, circulaba ya en gigantescos tarterones, y se comía en silencio, jugando bien las quijadas.

Ya sazona el adobo; ya hecha con su blanca diestra el aliño a las longanizas; ya rellena tal cual chorizo con un embudito de lata; ya pincha las morcillas para que se les salga el aire, valiéndose de una aguja de hacer calceta o de una horquilla que desprende de sus hermosos cabellos.

SALMIGONDIS. Para aprovechar la carne del cocido y cualquier otra, se coloca en una cacerola con trocitos de jamón y chorizo fritos; se fríe cebolla muy picada y tomate, y cuando está hecho se vierte sobre la carne, haciendo hervir todo junto, poniendo también un cacillo de caldo y pimientos cortados en tiras.

En la una, las patatas amarillentas, los reventones garbanzos sacando fuera del estuche de piel su carne rojiza, la col, que se deshacía como manteca vegetal, los nabos blancos y tiernos, con su olorcillo amargo; y en la otra fuente las grandes tajadas de ternera, con su complicada filamenta y su brillante jugo; el tocino temblón como gelatina nacarada; la negra morcilla reventando, para asomar sus entrañas al través de la envoltura de tripa; y el escandaloso chorizo, demagogo del cocido, que todo lo pinta de rojo, comunicando al caldo el ardor de un discurso de club.

Bien limpias y cortadas a trozos se ponen en agua hirviendo, procurando meter muy pocas de una vez para que no cese de hervir; para que no sean amargas se tiene preparada otra agua hirviendo, se le cambia y entonces se sazona de sal; cuando están cocidas se quita toda el agua y se fríen en la sartén unos trocitos de jamón y chorizo, que se echan a la verdura; en aquella grasa se fríe cebolla, se echa una cucharada de harina, se fríe, y cuando se tuesta se vierte sobre las alcachofas, haciéndolas rehogar un rato.

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