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Al llegar a don Paco, que dejó Juanita para lo último, dijo: «Sino con este», y le dio un abrazo muy apretado. Don Paco la tomó por la cintura, la chilló, la aupó y la levantó a pulso dos o tres veces en el aire. Todos aplaudieron y gritaron: ¡Que vivan los novios! Anunciada ya la boda para lo más pronto posible, los futuros esposos fueron felicitados.

Pero el ave guiadora, la abeja reina de aquel bando o enjambre era la esposa de Reynoso. ¡Cuánto rió, cuánto chilló, cuántas travesuras hizo aquella linda criatura! Gustavo Núñez no se apartaba de ella, sirviéndola de espolique y fiel escudero, porque caminaba a pie como la mayoría de los hombres, mientras las damas iban sentadas sobre los clásicos borriquitos.

Después fue abrazando una por una a sus nuevas compañeras. Mientras duró esta escena, muchas de las señoras del concurso vertían lágrimas. El obispo dijo la misa solemne, y al concluir, todas las religiosas, incluso María, comulgaron. Don Serapio apenas cerraba boca. El órgano chilló, silbó y roncó con más brío que nunca, estimulado quizá por la competencia.

El pobre, pobre es pronunció melancólicamente... . te quedarás pobre, y el señorito se irá riendo... Y a esta idea, sintiendo renacer su furor chilló : Sácateme de delante, indina, que te mato: si te dieron palabras, que te las cumplan. Amparo se agachó, y salió temblando.

¡No puede ser! dijo Timoteo inundado de gozo. ¿Que no puede ser? chilló el cura abalanzándose a él y sujetándole por la solapa de la levita. ¿Cree usted que yo no soy capaz de pisarle la cara? No es eso. Lo que yo quería decir es que me extrañaba que un muchacho tan inocente, que parecía una palomita sin hiel...

Y cada «ta», por el tono con que don Alvaro lo suelta, parece un centón de blasfemia y una letanía de maldiciones. Doña Inés suele acudir entonces, y dice: ¿Por qué chillas tanto, diantre de hombre? Lo que padeces nada vale en comparación de la hiel y vinagre que dieron a Cristo. ¿Piensas que chilló nunca Job en el muladar tanto como chillas ahora? ¡Sufre y ganarás el cielo!

Animada por las confidencias, Amparo insinuó que a ella un señorito, un militar, la seguía alguna vez por las calles. Ya quién es chilló la Comadreja . Es el de Sobrado. ¿Quién te lo dijo, mujer? exclamó Amparo maravillada. Todo se sabe afirmó magistralmente Ana . Pero estás fresca, hija. Ese lo que quiere es pasar el tiempo, y a vivir. ¡Buena gente son los Sobrados!

El vientecillo del amanecer hacía ondear los penachos de su sombrero. Cuando avanzaron los doce fusiles, colocándose horizontalmente á una distancia de ocho metros, todos apuntando al corazón, ella pareció despertar. Chilló con los ojos desencajados por el horror de la realidad, que se imponía de pronto. Sus mejillas se cubrieron de lágrimas. Tiró de las ligaduras con un vigor de epiléptica.

El furor de Narcisa volvió entonces a desbordarse ante la devota actitud de la muchacha, y de nuevo chilló a su madre con desatinadas veces. ¿No ves cómo se eleva? ¿No ves cómo se cree igual a nosotras? ¿Por qué le dices que es hija de tu hermano?... que estás «poseída»; que eres simple....

De un perdido has hecho un hombre de bien. Porque no me achico; porque desde el primer día le administré el bautismo de los cinco mandamientos; porque le chillo en cuanto le veo cerdear un poco; porque le hago andar derecho como un huso, y me tiene más miedo que los ladrones a la Guardia civil. ¡Y cómo te quiere! Es natural.