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Actualizado: 2 de mayo de 2025
Apenas divisaba Juan a lo lejos al cura, galopaba y venía a charlar un momento con su padrino. El caballo volvía la cabeza hacia el abate, pues sabía que siempre había un terrón de azúcar para él en el bolsillo de aquella vieja sotana negra, gastada, remendada, la sotana de por la mañana. El abate poseía otra muy linda y muy nueva, que se guardaba para las grandes ocasiones.
¿Quieren vuesas mercedes algo más que les sirva? Nada más. Pues que Dios guarde á vuesas mercedes. Y la muchacha salió. Amigo Velludo, no juguemos dijo el alférez. ¿Por qué? Esta muchacha es honrada y quería bendiciones. Bendígala Dios, y paso. Hablemos de nuestro amigo, ya que hemos quedado solos. Y se pusieron á charlar y á aventurar deducciones.
Con el hijo al lado, la soledad de la madre es más grande que si estuviese separada de él. Si no tuviese consigo aquel compañerito, ofreceríasele otra compañía, los ensueños, engolfándola en la vida de las vanas visiones. Empero ese inocente guardián, el niño, lo impide: él la entretiene, la hace charlar. Recuerda el hogar doméstico.
En cuanto a consuelos, no los tengo; distracciones, las encontraría, pero mi corazón está demasiado triste. Conozco a algunos caballeros que vienen aquí todos los martes por la noche a charlar un rato. No me atrevo a invitar al señor duque de La Tour de Embleuse a estas reuniones melancólicas; su negativa me humillaría y me haría muy desgraciada.
Al entrar en el comedor, exclamó, deteniéndose y separándose de mí: ¡Basta! ¡Basta! ¡Eres atroz! Ni de muchacha, hice yo esto.... ¡Suelta! ¡Suelta! Al sentarme a la mesa oí la voz de Andrés el cual conversaba con la enferma. Hablaba de mi y de mi separación. No tardó en venir a charlar conmigo. ¿Te vas, no? ¿Cosa decidida? me dijo ocupando su asiento. ¿Te vas? ¡Me alegro! ¡Me alegro! ¡Mejor!
Arranca del portal una escalera medianamente espaciosa, cuidadosamente tapizada de polvo como conviene a esta clase de establecimientos, la cual termina en una portería o conserjería donde hay generalmente sentados seis u ocho señores ocupados en la tarea de mirar lo que entra y lo que sale y en charlar y discutir en voz alta a fin de que los que estudian dentro se acostumbren a concentrar su atención, como hacía Arquímedes en los tiempos antiguos.
Extendiendo sus miradas sobre los patrones, con atención de artista, cogiendo ora la aguja, ora las tijeras, ya inclinada sobre la mesa, ya derecha y mirando desde lejos el efecto del corte; moviendo la cabeza para obtener la oblicuidad de la mirada en ciertas ocasiones, empezó a charlar, arrojando las palabras como un sobrante de la potencia espiritual que aplicaba a su obra mecánica.
Como era de esperar, entre los oficiales que, según tenían de costumbre, acudieron al día siguiente á tomar el sol y á charlar un rato en el Zocodover, no se hizo platillo de otra cosa que de la llegada de los dragones, cuyo jefe dejamos en el anterior capítulo durmiendo á pierna suelta y descansando de las fatigas de su viaje.
También ella era prestidigitadora como el de los buñuelos, y parecía que se le multiplicaban milagrosamente las manos para coger pesar, cobrar, contar y devolver, todo sin dejar de charlar ni un solo momento.
Su aparición en la Bolsa era saludada con entusiasmo; los especuladores, olfateando un indicio cualquiera, para lanzarse en las corrientes del alza, o de la baja, salían a su encuentro, le preguntaban, le seguían. ¿Qué dice don Bernardino? ¿compra oro? ¿vende cédulas? Misterio. El señor Esteven iba solo a charlar un rato, a ver a sus amigos, a tomar el pulso del mercado.
Palabra del Dia
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