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Actualizado: 20 de mayo de 2025


Según trascurrían los minutos, que a ella se le antojaban inacabables, como él no parecía, a la muchacha se le iba desacerbando el alma: sus ojos cobraban animación y vida. No cesaba de mirar al reloj: cuanto menos tiempo quedara para que Pepe acudiese al cuartel, más probabilidades había de que no viniera o no estuviese allí... con aquella mujer.

Cuando el enfermo tosía mucho, cesaba de tocar el armónium y emprendía con su amigo largas conversaciones, siempre sobre su preocupación eterna: el arte musical.

Pero si ya no se veía nada, se oía, pues el tiqui tiqui del taller de canteros parecía formar parte de la atmósfera que rodeaba el convento. Era ya un fenómeno familiar, y los domingos, cuando cesaba, la falta de aquella música era para todas las habitantes de la casa la mejor apreciación de día de fiesta.

La procesión venía de la iglesia mayor donde se había dicho solemne misa y cantado un <i>Te Deum</i>. El pueblo no cesaba de gritar <i>¡Viva la nación!</i>, como pudiera gritar ¡viva el rey!, y un coro que se había colocado en cierto entarimado detrás de una esquina entonó el himno, muy laudable sin duda, pero muy malo como poesía y música; que decía: Del tiempo borrascoso que España está sufriendo va el horizonte viendo alguna claridad.

Después, ensangrentadas la frente y las astas, se paseaba alrededor del circo en actitud de provocación y desafío, unas veces alzando soberbio la cabeza a las gradas, donde la gritería no cesaba un momento; otras, hacia los brillantes chulos, que pasaban delante de él, a manera de meteoros, clavándole las banderillas.

Había ocasiones en que el fuego cesaba durante breves momentos, y entonces se percibía con toda claridad la voz de los rebeldes que gritaban: ¡Abajo la Ley Morúa! ¡Vengan para aquí, c.......! ¡al machete! y el fuego se reanudaba con la particularidad de que las tropas leales, á medida que iban disparando sus armas, avanzaban de 80 á 100 metros sobre las posiciones ocupadas por el enemigo, para lo que tenían que subir empinadas lomas, que á simple vista parecía imposible que los hombres pudieran escalarlas.

La levantaron, sosteniéndola con sus poderosos brazos, y emprendieron la marcha hacia su casa. Unos pescadores dieron un vaso de vino a Antonio, que no cesaba de llorar. Y mientras tanto, el compadre, dominado por el egoísmo brutal de la vida, regateaba bravamente con los compradores de pescado que querían adquirir la hermosa pieza. Terminaba la tarde.

De mala gana entré dentro de un amplio ropaje, bajé la escalera, y me dejé arrastrar al compás de las exclamaciones de mi amigo, que no cesaba de gritarme: ¡Cómo nos vamos a divertir! ¡Qué noche tan deliciosa hemos de pasar!

Y el primero con quien topó fue con el apuñeado de don Quijote, que estaba en su derribado lecho, tendido boca arriba, sin sentido alguno, y, echándole a tiento mano a las barbas, no cesaba de decir: ¡Favor a la justicia!

Ramoncito ya no podía sufrir más aquella pena de Tántalo a que la experiencia de su amigo le condenaba. No cesaba de mirar hacia el sitio donde éste y Esperancita departían. Poco a poco fué acercándose a ellos: concluyó por detenerse delante. Qué tal, Esperanza.... ¿Hace mucho que no ha visto a su amiga Pacita? El mismo lo comprendió así y se ruborizó al pronunciar estas palabras.

Palabra del Dia

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