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Actualizado: 31 de mayo de 2025
He visto mucho mundo afirmó Feijoo, con tolerancia de sacerdote hecho al confesonario . Las personas que son como usted suelen pasar una vida de perros. No hay mayor desgracia que tener el corazón demasiado grande. Cerebro grande, estómago grande, hígado grande, son males también; pero menores. Y yo he de poder poco o le he de recortar a usted el corazón, para que haya equilibrio.
Los dos clientes se encogen de hombros y se marchan a ver los telegramas expuestos. En la primera alza las vendemos dice Jacinto. Y el alza vendrá en pocos días contesta Quilito convencido; ¡ya lo verás! Las ideas de pérdida y de insolvencia que, a pesar suyo, se entrechocan en su cerebro, les produce desagradable comezón. Si pierdo piensa Jacinto, pagará el viejo.
El marino aprovechaba todas las revueltas de la calle para cortar estas recomendaciones con sus besos. Ella avanzó remolcada por él, sin voluntad, como si fuera á dormirse marchando. Una voz cantaba con diabólica satisfacción en el cerebro del capitán: «¡Ya está madura!... ¡ya está madura!» Y seguía tirando de ella, siempre en línea recta, sin saber hacia dónde caminaba, pero seguro de su triunfo.
Estos disparates recalentaban de tal modo el cerebro de la reclusa, que despierta seguía imaginando desvaríos del mismo si no de mayor calibre. Cortaban estas cavilaciones las visitas de Maximiliano todos los jueves y domingos, entre las cuatro y seis de la tarde.
Para mí no tiene ninguna dijo Tristán malhumorado. Núñez le miró un momento con curiosidad burlona y repuso tranquilamente: Consiste en que ese molino que tienes en el cerebro no tritura más que cosas negras.
Se había casado con una criolla sin fortuna, que tenía apenas el dote reglamentario, pero de gustos de duquesa, de muy hermosos ojos y de cerebro de pájaro. Coqueta, gastadora e incapaz de una idea seria, era un lindo juguete, gracioso y seductor en alto grado, pero tan poco hecho para las luchas de la vida como una figurita de Sajonia.
Los síntomas que indican la belladona en una fiebre intermitente, que no puede ser mas que cotidiana ó subcontinua, denotan que el cerebro y el corazon han tomado una participacion casi igual.
Todas estas ideas han pasado rápidamente por el cerebro un poco hueco de Orsi. «Indudablemente ha concluido , yo puedo ser un genio, pero he de reconocer que aquí, en este pueblo, no estoy solo.»
Pero mis palabras, débiles mariposas, apenas si podrán en su vuelo llegar hasta vosotros, y apenas si podrán expresar el sobrenatural trastorno que de mí se ha apoderado, desde que sé, porque lo he prometido, que es deber mío rememorar su vida llena de sacrificios y perdones, recordar sus doctrinas bañadas de fe y amor, decir algo que sea de su literatura y poesía originales, rendir mi homenaje de admiración y de cariño entrañable al hombre sin tacha, a pesar de fealdades e impurezas de la tierra, al hombre dulce y amable, que es hoy, al cabo de quince larguísimos años de desaparecido, luz serena y deleitosa en mi cerebro, ternura y bondad y alas en mi corazón... ¡Su vida! ¿Y podrá el pensamiento desbordado seguirla en su carrera de gloria y de dolor? ¿Podrá la palabra humana, humo y cáscara, y vestidura tantas veces de las más bajas pasiones, relatar tanta grandeza como encierra su vida?
Veía las cosas, las tocaba, preguntaba, y aun respondía como cediendo a una fuerza mecánica. No estaba segura de hallarse despierta, ni de que fuese realidad lo que le pasaba; iba y venía medio ciega, mareada, con algo en el cerebro, entre jaqueca y manía, sorprendiéndose de ver cómo brillaban instantáneas, sobre la densa lobreguez de su pena, algunos relámpagos de alegría.
Palabra del Dia
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