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Actualizado: 23 de octubre de 2025


Con el ajetreo que traía aquellos días, en los cuales hizo dos visitas a doña Lupe, celebró muchas conferencias con Juan Pablo y otra muy sustanciosa con Nicolás Rubín, que andaba desalado detrás de una canonjía, tuvo el buen señor una recaída en su enfermedad. Una tarde de fines de Marzo se sintió tan mal, que hubo de retirarse a su casa y se acostó.

Mi cuerpo y mi corazon, dixo el rey á Zadig... Oyendo estas palabras no pudo ménos el Babilonio de interrumpir á su magestad, y de decirle: ¡Ouanto celebro que no hayáis dicho mi alma y mi corazon, porque no oimos mas voces que estas en las conversaciones de Babilonia, ni leemos libros que no traten del corazon y el alma, escritos por autores que ni uno ni otra tienen; pero perdonadme, Señor, y proseguid.

Si encuentran en VIRGILIO el nombre de un rio, nos derrama el Comentador el principio, el fin, y la carrera de aquel rio: nos dice quantas cosas ha hallado en los Autores sobre el asunto; y por decirlo de una vez, hace un comento largo para explicar una palabra facil de entender; y no hace otra cosa que llenar el celebro de los lectores de noticias comunes, y tal vez falsas.

Yo, que políticamente no gusto del regionalismo, le celebro y aplaudo en literatura. Prefiero muchos focos luminosos a uno solo, por esplendor que tenga, que brille en el centro y que se difunda por todas partes.

Nos hubiésemos separado una semana después; tal vez el mismo día continuó Miguel . Hasta tengo la sospecha de que te habría pegado. Y yo á ti dijo la duquesa . No cabíamos juntos en ninguna parte. Era preciso que uno se sometiese al otro, y ninguno de los dos comprendía este sacrificio. Lo mismo siguió él puedo decirte de aquella noche en que comimos juntos. Celebro mi conducta absurda y ridícula.

No suponía tanto, señor don Alejandro; pero entre los dos extremos... Y en fin, yo celebro en el alma que la señorita Nieves sea como es; y excuso decirles a ustedes que no sólo por deber, sino con muchísimo gusto mío, me pongo a sus órdenes desde ahora para servirla, para acompañarla...

La boda de Clara y D. Carlos de Atienza se celebró al cabo en un bello día del mes de Octubre de 1795, año y medio después de morir Doña Blanca. Los padres de D. Carlos vinieron de Sevilla para asistir á la boda. Los desposados se quedaron á vivir en la ciudad donde ha sido la escena de nuestra historia.

En la plazuela de la Marquesa o de la Libertad, se halla la casa de la Comunidad. En ella estuvo el Instituto provincial, en ella celebró sesiones la Diputación, en ella se recibían los quintos de la ciudad y de la provincia, y en ella existe hoy el casino llamado del Porvenir.

Habiendo vacado la dignidad de inquisidor general por ascenso del cardenal de Tortosa á la silla de S. Pedro, nombró el emperador para ella al obispo D. Alonso. En este mismo año se celebró por varias ciudades y villas de Andalucía la santa y real confederacion de la paz contra los comuneros en obediencia del emperador.

Señaló á Cristián una silla al lado de su sillón y dijo en tono un poco autoritario: Siéntese usted. Celebro mucho hablarle; deseaba conocerle hace mucho tiempo. Algunos amigos míos me han hablado de usted con frecuencia. Su prometido... ¡No! El señor de Sorege no ha pronunciado jamás su nombre de usted. Y, sin embargo, que ha sido su amigo durante muchos años.

Palabra del Dia

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