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En 1838 celebró allí sus veladas el Liceo Sevillano y en 1844 he encontrado las primeras noticias sobre la idea de levantar en el sitio un teatro, en estas líneas que se leen en el libro de actas del Ayuntamiento, correspondiente á la sesión de 11 de Noviembre: «Se dió cuenta de un oficio del Sr.

Desprecio la oratoria. Claro que hablo en público; pero no quiero ser orador, sino locuente, sólo locuente, como mi maestro Salmerón. Bueno; también republicano de celebro; por eso soy filósofo. Ahí está Salmerón. Yo no soy todavía del todo filósofo; pero cada día lo soy más.

Entre los episodios dignos de ser recordados que tuvieron lugar en la Alameda en los largos años de nuestras revueltas políticas, citaré un gran banquete que allí se celebró en 1820 á las tropas de Riego, al cual asistió el mismo general, que á la hora de los brindis leyó uno en muy medianos versos que había escrito su hermano el canónigo don Miguel del Riego.

Según cuenta Goedeke en su biografía de Manuel Geibel, Schack, amigo de este último y de Ernesto Curtius, á quienes había tratado en Berlín antes de salir estos dos para Atenas, celebró con ellos un banquete de despedida, y brindaron á su pronto encuentro en la ciudad del Pireo; y en efecto, Schack tuvo la suerte, al desembarcar en el Pireo, de ver á su amigo Curtius, y de visitar con él en seguida á su común amigo Geibel.

En vano se opuso el joven Florentino, en vano suplicó, en vano se escusó con sus amores y provocó escándalos; sacerdote tenía que ser y á los veinticinco años sacerdote fué: el arzobispo le confirió las órdenes, la primera misa se celebró con mucha pompa, hubo tres días de festin y la madre murió contenta y satisfecha dejándole toda su fortuna.

La mirada del viejo era fija, inquisitorial, escudriñadora; pero Juanito tuvo serenidad para mentir. No, señor; nada he firmado. Te creo, y lo celebro. ¡Mucho ojo, muchacho! Tu madre tiene hambre de dinero, y de seguro que no pierde de vista tu fortunita. No quiero que te roben.

En esta situación se hallaban Lucía y el Comendador la noche en que se celebró la boda de Clara y de D. Carlos en casa de D. Valentín. El Comendador estuvo alegre, aunque hondamente conmovido, en aquella solemne ocasión, en que una persona tan querida de su alma se unía con lazo indisoluble al hombre que debía hacerla dichosa. Don José y Doña Antonia se volvieron temprano á su casa.

Dicho esto, D. Pedro celebró mucho con risas su propio chiste, y luego tomó Beña la palabra para sostener la conveniencia de vestir a la antigua. ¿Verdad que era graciosa la manía?

Fue entonces acaso que se juró en secreto a ella y celebró sus bodas con la patria: fue entonces que recibió esa consagración del dolor que sublima el alma y señala cumbres desconocidas al pensamiento....

Primero, con mucha reserva, doña Paula hizo venir a Nieves la bordadora, y celebró con ella una larga conferencia a puertas cerradas. Después se pidieron muestras a Madrid. Pocos días más tarde, aquella señora, acompañada de Cecilia y Pablito, hizo un viaje a la capital de la provincia, en el familiar de la casa.