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Ya decidirían. Cosas muy crueles había de oír Jacinta aquel día, pero de cuanto oyó nada le causara tanto asombro y descorazonamiento como estas palabras que Barbarita le dijo al oído: «Baldomero está incomodado con tu bromazo. Juan le habló claro. No hay tal hijo ni a cien mil leguas.

Amaranta, después de desahogar las antiguas cóleras de su pecho, estaba meditabunda y aun diré que arrepentida de todo lo que había dicho, doña Flora preocupada, y Congosto, con los ojos fijos en el suelo, revolvía sin duda en su cabeza altos y caballerescos pensamientos. Sacó a todos de su perplejidad una visita que nadie esperaba, y que causara general asombro.

El 20, un día después de nuestra batalla, entró José en Madrid, y aunque la recepción glacial que se le hizo le causara suma aflicción, aún le parecía que el buen momio de la Corona duraría bastante tiempo.

Y para que este aniversario causara más rumor en el ánimo público, y acudiera gente al teatro, se anunció en algunos periódicos que se diria una misa por el alma de aquel ilustre ingenio, á cuya misa fuéron invitados varios actores y literatos distinguidos, entre ellos D. Narciso Serra, que dijo á los socios, antes de principiar la ceremonia: En esta misa de pega, Presumo que cada socio Rezará por su negocio Más que por Lope de Vega.

La de la obra de Donizetti representaba el salón de un palacio; en el fondo tenía una plataforma para que se viese bien al tenor cuando entrase a pedir cuentas de la perrada que su novia le estaba haciendo y causara su aparición más efecto.

El Geómetra demuestra con toda evidencia, que en el triángulo rectángulo el quadrado que se forma sobre la hypotenusa, esto es, sobre el lado opuesto al ángulo recto es igual á los quadrados que se forman sobre los otros dos lados. Esta verdad certísima y evidente parecerá increible al vulgo, y causará admiracion á los Filósofos que no están instruidos en Geometría.

En el Congreso me costó trabajo reconocerte. Grueso, calvo, con esos lentes que trastornan tu antigua cara de moro de leyenda. ¡Pobrecito mío! ¡Si ya tienes arrugas!... Y reía, como si le causara intenso gozo el placer de la venganza, ver a su antiguo amante anonadado y cabizbajo por el retrato de su decadencia. No eres feliz, ¿verdad? y sin embarga debías serlo.

Por doquiera que había yo agotado agitaciones sólo hallaba invariable paz. Todo era dulzura y quietud en aquello que otrora causara las primeras perturbaciones de mi espíritu. «¡Qué cambio!», pensaba y bajo la incandescencia de la cual estaba abrasado, hallaba más fresca que nunca la fuente de mis primeras afecciones.

Presa en la red del propio bien perdido: serás un ave, enferma de añoranza, que va a volar cuando la noche avanza, en dirección al solitario nido... Si están ahitos de llorar tus ojos, y en otros días te causara enojos, la era de paz y de perdón se inicie. ¡Oh, qué mejor que tras la despedida, seamos como el agua, en dos partida, que se torna a juntar en la planicie!

»No puedo hablar más decía: si le conociese usted como yo; si supiese todo el bien que hace, el oro que derrama a manos llenas... ¡Es un hombre superior... un hombre tan rico y tan humilde... tan modesto y tan dulce! Es la bondad misma... no causará daño a nadie... exceptuando, tal vez, a una persona. »El anciano enjugó una lágrima que resbalaba por sus mejillas.