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La manera de tratar la historia de Bolívar de los escritores europeos y americanos, conviene a San Martín y a otros de su clase. San Martín no fué caudillo popular; era realmente un general. Habíase educado en Europa y llegó a América, donde el Gobierno era el revolucionario, y pudo formar a sus anchas el ejército europeo, disciplinarlo y dar batallas regulares, según las reglas de la ciencia.

En Cartagena obtuvo el mando de una pequeña fuerza, con la cual subió por las márgenes del Magdalena, y despues de haber batido varias partidas de las tropas enemigas en diferentes puntos de aquel rio, desde Ocaña solicitó el permiso del gobierno de Cartagena para pasar á Cúcuta. Obtenido el consentimiento, con grande esperanza y entusiasmo emprendia su obra el valeroso caudillo.

Los rotos escuadrones Salvados del cuchillo, Buscando otro caudillo Volviéronse á reunir; Y en el Tuyú cercados, Con varonil fiereza Juraron con firmeza Libertad ó morir. El vencedor sobérbio Cubierto de humor rojo En su brutal enojo Esto llegó á decir: «Rendireis vuestras armas «Y sereis mis esclavos.» Y responden los bravos: Libertad ó morir!

En la Enciclopedia Nueva he leído un brillante trabajo sobre el general Bolívar, en el que se hace a aquel caudillo americano toda la justicia que merece por sus talentos y por su genio; pero en esta biografía, como en todas las otras que de él se han escrito, he visto al general europeo, los mariscales del Imperio, un Napoleón menos colosal; pero no he visto al caudillo americano, al jefe de un levantamiento de las masas; veo el remedo de la Europa, y nada que me revele la América.

Entre el oleaje sangriento de la gran Revolución francesa, juzgaba él que hubiera sido, por su talento, un Mirabeu; por su valor, un Lafayette; mas entre los cenagosos remolinos de la Revolución española del 68, tan sólo fue, a juicio de los que le conocieron, como político, un pobre demonio; como caudillo, un gran mentecato.

Que otra columna de 1,000 hombres, al cargo del Coronel de Dragones del ejército, D. Gabriel de Aviles, pasase á las cercanias del pueblo de Muñoz, con el fin de adquirir noticias de aquel pais, y de castigar aquellos rebeldes: y el Comandante General, con el resto del ejército, pasó la raya que divide el vireinato de Lima con el de Buenos Aires, donde halló la rebelion con el mayor furor y crueldad, porque Diego Cristóval Tupac-Amaru, su nuevo caudillo temerario, recelando que los blancos y mestizos de aquellas provincias lo arrestesen con traicion, en fuerza de los prémios ofrecidos por su captura, eligió y puso en egecucion el bárbaro partido de inundar asesinar indistintamente á todos los que no fuesen de su casta, sin reparar en la edad ni en el sexo, castigando y persiguiendo tambien á los curas y sacerdotes de aquellos territorios, que su medio-hermano José Gabriel habia tratado con mucha consideracion, y con el debido respeto á su sagrado carácter.

Para el Duque fué más benévolo el juicio de los contemporáneos: las condiciones de caballerosidad de su persona y la deferencia y agrado con que trató á los capitanes y jefes extranjeros de la expedición, suavizaron la consideración de las condiciones de caudillo que le hacían falta.

De muy antiguo databa la resolución del Consejo de que siempre que saliera gente de a caballo de la ciudad, en servicio del Rey, «hubiese de ser su caudillo o adalid descendiente del noble Blasco Ximeno, el reptador, e no de otro linaje. Otrosí su pendonero o alférez». En la antigua iglesia de San Pedro puede verse la capilla de los Serrano y sus blasonados sepulcros vetustamente roídos.

Esta respuesta encendió el ánimo de Muza, i lo alentó á conseguir presa tan fácil; i así, habida licencia del Califa, ordenó que el caudillo Taric con escogida caballería desembarcase en las opuestas costas andaluces, para reconocer la tierra. Con quinientos caballeros árabes i en cuatro barcos grandes pasó el estrecho de Hércules, i aportó felizmente á las marinas españolas.

Dorrego había empleado como instrumento de oposición esta resistencia exterior, y cuando su partido triunfó condecoró al aliado de extramuros con el dictado de Comandante general de la Campaña. ¿Qué lógica de hierro es ésta que hace escalón indispensable para un caudillo su elevación a comandante de campaña?