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Actualizado: 2 de noviembre de 2025


Ora se hablaban en la misma iglesia de Capuchinos, donde fue la conversión de ella y donde ambos solían asistir; ora acudía él a casa de la actriz, si bien con prudente recato para evitar la maledicencia. No podía ésta tener el menor fundamento, pero la malicia humana levanta en el aire castillos de torpes embustes, y conviene evitar que la malicia los levante y se haga fuerte en ellos.

El niño asoma en este momento, da un grito de alegría, y corre hácia su madre, que le abre los brazos. Esta aventura, que no tiene nada de particular para otros, tiene para una grandísima importancia, porque tiene una grandísima moralidad. La accion de la mujer de Batiñoles vale infinitamente más que el castillo, y que mil castillos del poeta de Lamartine.

Son sus voces cual las dulces de princesas medievales En el fondo de castillos imponentes encerradas, Que inspiraron a los bardos melenudos de Provenza Los más dulces madrigales arrancadas de sus arpas.

Posee calles enteras de Londres; vastos parques donde corre el zorro perseguido por un tropel de jinetes de casaca roja que galopan entre rugidos de trompas; castillos en Escocia al borde de lagos verdes que hacen recordar las novelas de Wálter Scott; vastas posesiones en Irlanda que sirvieron algunas veces de nocturno escenario á las hazañas de los fenianos de negro antifaz.

Allí el mariscal Soult pasó revista á las tropas, allí se quemaron vistosos castillos de fuegos artificiales; hubo cucañas, carreras á caballo por diestrísimos ginetes, conciertos de bandas militares, iluminaciones y otros regocijos.

Y no era posible explicarse más, porque la tertulia se enzarzó y vinieron otros amigos que empezaron a reír y a bromear, tomándole el pelo a Federico Ruiz con aquello de los castillos y preguntándole con seriedad si los había estudiado todos sin que se le escapase alguno en la cuenta. Después la conversación recayó en la política.

Se había dejado llevar por Pablo, una docena de veces quizá, a veladas y bailes en los castillos vecinos, de donde traía siempre una impresión de malestar y fastidio. Y de ahí dedujo que esos placeres no se hicieron para él. Sus gustos eran serios y sencillos; amaba la soledad, el trabajo, los largos paseos, los grandes espacios, los caballos y los libros.

Así, por donde quiera que el viajero pretende buscar una salida tropieza con una masa enorme de piedra, soldados y cañones, viendo al pié las ondas espumosas del océano estrellándose con violencia en los bancos de arena y los peligrosos arrecifes que avecinan la isla y sirven de asiento á castillos y fortificaciones.

Berenguer de Rocafort se detenia en unos Castillos de Calabria, y reusaba el entregarlos al Rey Cárlos de Nápoles, hasta quedar enteramente satisfecho de lo que se le debia por razon de su sueldo.

Habia bajado la reina doña Isabel á Andalucía en Julio de 1477 en compañía del gran cardenal de España don Pedro Gonzalez de Mendoza, arzobispo de Sevilla, en tanto que Fernando se ocupaba en fortificar con la mayor presteza los castillos i las villas que tenian asiento en las fronteras de Portugal.

Palabra del Dia

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