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Actualizado: 1 de junio de 2025


A ; me lo cuentan todo, y ya que hay fiesta de familia, que sea completa. Febrer fingía no entenderle. El carruaje entró en Valldemosa, deteniéndose en las inmediaciones de la Cartuja ante una casa de construcción moderna. Cuando los dos amigos transpusieron la verja del jardín, vieron venir hacia ellos un señor de blancas patillas apoyado en un bastón. Era don Benito Valls.

Como único refugio se ofreció a ellos la cartuja de Valldemosa: edificio sin bellezas arquitectónicas, sin otro encanto que el de su antigüedad medioeval, pero enclavado entre montañas por cuyas laderas se derrumban bosques de pinos, teniendo como suaves cortinas que amortiguan el ardor del sol plantaciones de almendros y palmeras, entre cuyo ramaje alcanzan los ojos la verde llanura y el lejano mar.

Tal fue el poderoso influjo que obró en la imaginacion de la nueva reina la inesperada muerte de su esposo, que muchos dias estaba fuera de , y encerrada en el aposento que á ella le parecia mas lóbrego y triste. Durante este enagenamiento, se habian hecho los funerales, y por consiguiente el cadáver del monarca sepultado en la cartuja de Miraflores.

Colgadas en la pared había por último, algunas macetas de loza de la Cartuja sevillana, con geranio-hiedra y otras plantas, y tres jaulas doradas con canarios y jilgueros. Aquella sala era el retiro de Pepita, donde no entraban de día sino el médico y el padre vicario, y donde a prima noche entraba sólo el aperador a dar sus cuentas. Aquella sala era y se llamaba el despacho.

Antes de observar la casa del Gitano dejémosle en sus tratos y penetremos en la Cartuja. El edificio en su conjunto no tiene nada que llame la atencion. Data del siglo XVI, y es un antiguo convento suprimido, que pertenece á una opulenta y piadosa granadina. La mayor parte quizá de lo que componía el convento ha desaparecido, ó solo quedan sus vestigios.

Ascendieron juntos en el funicular del monte Vomero á las alturas coronadas por el castillo de Sant Elmo y la cartuja de San Martino.

El Laberinto es la única producción que de Juan de Padilla se conoce, escrita siendo seglar, pues las otras salieron de su pluma cuando ya era monje en el monasterio de la Cartuja, donde, según expresión de Fernández Espino, «pasó su vida en el solitario claustro... consagrado al estudio, á la contemplación del Altísimo y á ensalzar sus maravillas

Basta con lo dicho para apreciar la pasión desenfrenada por el lujo que dominaba entonces á la sociedad española, que no decayó tampoco en los reinados de Enrique IV y de los Reyes Católicos, y como muestra de la pompa, verdaderamente oriental, con que se ataviaron nuestros monarcas, véanse las riquísimas vestiduras que ostentan las estátuas yacentes de Don Juan I y su mujer en la Cartuja de Mirafiores, la del infante don Alonso en el mismo templo, la de Juan de Padilla y otras que sería enojoso mencionar.

Valldemosa se presentó de pronto a su vista sobre la cumbre de una colina rodeada de montañas. La torre de la Cartuja, con adornos de azulejos verdes, elevábase sobre la frondosidad de los jardines de las celdas. Febrer vio un carruaje inmóvil en una revuelta del camino. Un hombre descendió de él, moviendo los brazos para que el cochero de Jaime detuviese sus bestias.

Amantísimo de la soledad y del estudio, el insigne Prebendado no sale más que para ir á la próxima Catedral, y esto por calles silenciosas en que nunca se ve criatura humana. Vive, pues, en el mundo como en una Cartuja, y en más relaciones con el cielo que con la tierra.

Palabra del Dia

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