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Actualizado: 14 de noviembre de 2025
El pescador no respondía. Tío Pedro continuó la tía María , don Modesto ya ha escrito dos cartas, y se han puesto en el correo, que dicen es la manera de que lleguen más presto y con más seguridad. ¡No vendrá! murmuró el enfermo. Pero vendrá su marido, y por ahora eso es lo que importa repuso la tía María. ¡Ella! ¡Ella! exclamó el pobre padre.
De pronto advirtió que Julio le miraba con una atención reconcentrada. En ese momento refería la extraña conducta de Adriana, sus apasionadas cartas de amor y la indiferencia burlona con que le recibía luego. ¿Te figuras, prosiguió con la voz alterada, poniendo una mano sobre el brazo de Julio, te figuras la desesperación que debe provocar semejante criatura?
Con estas cartas y con su hermoso rostro, gentil presencia y gallardo cuerpo, que más que nada le recomendaban, Mutileder pretendió y consiguió sin dificultad entrar en la guardia personal del rey.
Volvime hacia De-Hinchú, que las estaba contemplando tranquilamente satisfecho y le pedí una aclaración. Señaló a mis ojos espantados un saco de correos, vacío en un rincón, y dijo: Cartero dice siempre: ¡No hay cartas, John, no hay cartas, John! ¡Cartero mucho mentir! Cartero ser inútil. ¡Yo anoche tomar saco de cartas, todo igual!
En otro cuarto es la niña la que produce: el galán no puede entrar en la casa, y es preciso que alguien entregue las cartas: el zapatero es hombre de bien, y por tanto no hay inconveniente: el zapatero puede además franquear su cuarto, puede... ¡qué sé yo qué puede el zapatero!
El Canton tiene el mérito de contar en sus escuelas primarias de 7,000 alumnos que reciben anualmente la instruccion elemental. Por ejemplo: un manuscrito de Ciceron, iluminado, las homilías de San Agustin, escritas en el siglo VI, y algunos volúmenes de cartas autógrafas, sermones y manuscritos de Calvino.
De modo que leída la primera de sus cartas de usted pensé: «Ya lo sabía», y en cuanto vi a la señora De Nièvres comprendí que se trataba de ella. En cuanto a mis procederes juzgaba que era difícil, pero no imposible dirigirlos.
¿Cómo sabéis vos lo de las cartas? repitió doña Clara. Yo, señora... como tengo mujer... como tengo una hija... ¿Pero qué tienen que ver en esto vuestra mujer y vuestra hija? Tienen... porque me obligan á pensar en ser rico... ¿Pero no me comprendéis? ¡no os pregunto eso! ¡nada me importa eso! Es que, señora, como quiero ser rico, trato con ese Gabriel Cornejo.
A la vista lo demas. De V. Ex.^a Sieruo. Ant. Perez. Bibl. Nac. de París, Fr., 3.652, fol. 97. Colección Morel Fatio, núm. Aun á los vicios extendió la vanidad el Peregrino, aludiendo frecuentemente á los favores que tenía recibidos ó recibía de las damas. En las cartas con tanta fruición preparadas para la imprenta, no sentía empacho repitiendo, como en la presente, que ha hecho vida licenciosa.
62. Se divulgaron tambien por este tiempo en los pueblos varios escritos y cartas, que habian sido introducidas ocultamente, y se les interceptaron parte
Palabra del Dia
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