United States or Jersey ? Vote for the TOP Country of the Week !


No tenía heridas visibles, pero debajo del capote tendido sobre su vientre, las entrañas, deshechas en espantosa carnicería, exhalaban un hedor de cementerio. La presencia de Desnoyers le hizo adivinar adonde le habían llevado, y poco á poco coordinó sus recuerdos.

Tras de ellos los españoles, con bien escasa prudencia, prosiguiendo la victoria van a la espesura negra, y de los contrarios muertos dificultando la cuenta es cruel carnicería la que fué función de guerra, y es angustioso lamento lo que fué rugir de fieras.

La batalla entonces se convirtió en derrota y en atroz carnicería y matanza de los muladíes, atacados por todas partes, así por los que mandaba Alhakem como por los que, atravesando el puente, volvían del arrabal después de haberle incendiado.

Ante las cúpulas de Santa Sofía, á la vista de los aterrados vecinos de Constantinopla, todos estos mediterráneos de la cuenca occidental libraban la llamada batalla de Pera, carnicería marítima en el estrecho brazo de mar que tiene por orillas los dos continentes.

La carrera gloriosa de las armas se abría para él con los primeros rayos del sol de Mayo; y no hay duda que con el temple de alma de que estaba dotado, con sus instintos de destrucción y carnicería, Facundo, moralizado por la disciplina y ennoblecido por la sublimidad del objeto de la lucha, habría vuelto un día del Perú, Chile o Bolivia, uno de los generales de la República Argentina, como tantos otros valientes gauchos que principiaron su carrera desde el humilde puesto del soldado.

El silencio que siguió al tumulto tenía algo de solemne, y cuantos hombres lograron escapar a la carnicería se miraban unos a otros con gravedad, como admirados de volverse a ver. Algunos llamaban al amigo; otros, al hermano, que no respondía, y dirigiéndose en su busca por la trinchera, a lo largo de los parapetos o por la rampa, gritaban: «¡Eh! ¡Jacobo, Felipe! ¿Eres

Los generales conocían la inminencia de un ataque terrible, los soldados viejos la preveían, los bisoños la sospechábamos, y nuestros caballos, reculando y estrechándose unos contra otros, olían en el espacio, digámoslo así, la proximidad de una gran carnicería. Eran las seis de la mañana y el calor principiaba a dejarse sentir con mucha fuerza.

Y el buen muchacho, obediente a la voz de su tío, púsose en pie, y empuñando un enorme tenedor y el afilado trinchante, hizo una carnicería que elevó protestas. Doña Manuela le miró severamente. Pero ¡cuán desmañado era! Don Juan intervino, viendo que su sobrino se conmovía: Vaya, otra vez lo hará mejor el chico, ahora... a lo que estamos.

El teniente contestó que podíamos atacarlos y vencerlos, porque estábamos bien armados; pero no quería hacer una carnicería inútil, y que, si nos desembarcaban en cualquier punto, nosotros nos iríamos, dejando el tesoro de Zaldumbide. Poco después, el cocinero Ryp vino con la misma proposición; también quería las cajas de Zaldumbide.

Conque, aprovechando el momento de paz que nuestra presencia impone entre los combatientes, salgamos á la calle antes que baje el maestro y tengamos que presenciar una verdadera carnicería; porque en cuanto él vea lo que está pasando en la escuela, siguiendo la costumbre de otras veces, no deja cara donde no señale sus dedos, ni nalgas sin cruzar, á telón corrido, con el inexorable zurriago, ni orejas sin estirar medio palmo, ni manos que no recorra zumbando su palmeta, untada exprofeso con ajo crudo. ¡Ira de Dios, la que se va á armar!