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Carmen, sin atender a Narcisa, estaba sintiendo todavía cómo la acariciaba dulcemente la sonrisa serena del marino. En pocas horas cambió Fernando el semblante sombrío de la casa. Cantó, abrió los balcones con estrépito, y una brisa otoñal, odorante y pura, refrescó las habitaciones lóbregas, cerradas por el desuso mucho tiempo.

Pregunté a Nicolás que quién era aquel Fierabrás, y me respondió que se llamaba Telo. Para acabar presto; el moro le dijo a la Gaviota que la venía a matar. Virgen del Carmen exclamó la tía María , ¿era acaso el verdugo?

Miguel quedó yerto en el fondo de su escondite. La generala, con voz demudada, preguntó desde fuera: ¿Qué es eso, Carmen? ¡Señorita... un sombrero de hombre sobre su cama! Hubo unos instantes de silencio, durante los cuales el corazón de Miguel daba saltos terribles. La generala se repuso muy pronto.

Indignáronse mucho las damas, y Carmen Tagle exclamó lastimeramente: ¡Y tanta apoplejía vacante!... ¡Tanta pulmonía desperdiciada!...

El resto del camino desde este punto hasta la mision del Cármen se halla poblado de palmeras carondais y de otros vegetales. Camino de Moxos á Yuracáres por el rio Chaparé. Partiendo del puerto de Loreto se anda primeramente una legua, atravesando en canoa por un bañado que conduce al rio Mamoré, cuyos ribazos, muy elevados en tiempo de seca, están guarnecidos de bosques espaciosos.

Una mañana, al pasar Isidro después de las nueve por la Puerta del Sol, con dirección a la Biblioteca Nacional, reconoció en la entrada de la calle del Carmen el carro de Zaratustra por los bizarros adornos de su caballería.

Era un muchacho como de diecisiete años, rapado, con uniforme de alumno de la Academia de artillería, parecidísimo a Nucha y a Carmen cuanto puede parecerse un pelón a dos señoritas con buenas trenzas de pelo. Es mi niño afirmó Nucha muy grave. ¿Tu niño? Riéronse las otras hermanas a carcajadas, y don Pedro exclamó cayendo en la cuenta: ¡Bah!, ya .

Pues ahí, en la bodega, en un cajón, están guardadas las casitas, y los pastores, y los rebaños, y el portal, ¡y todo! Si tus tías quieren, hasta nacimiento habrá, Rodolfito. Tía Carmen, con su buen humor de siempre, se soltó hablando: ¿Pues , por qué no? Mañana nos ponemos a la obra, y la fiesta saldrá muy lucida.

Una arruga vertical en la frente y las comisuras contraídas de sus labios, revelaban insomnios y noches en vela. Contemplaba a Laura adormecida. Carmen, en medio de la habitación, preparaba un remedio mirando la copa al trasluz. También era otra, Carmen: parecía más crecida, más mujer; la aflicción persistente le había borrado del semblante la expresión infantil.

Y sin embargo, Carmen ya no era tan pobre; tenía un amigo influyente en la casona donde antes sólo tuvo un Niño Jesús de madera y un gato feo y ruin.