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Actualizado: 17 de octubre de 2025
Vencido por la fatiga y el insomnio, empezaba a dormitar, cuando un carmelita que lo advirtió, le hizo cosquillas con una pluma en la nariz, diciéndole: Piensa en la muerte, hermano. El gitano se despertó sobresaltado y lanzó una mirada terrible al santo varón. Más bien debe bendecirme, hermano dijo éste , porque ahí tiene usted al reverendo Pablo, superior de San Francisco, que viene a verle.
Nuncita protestó todavía sordamente, como una chica mimosa, hasta que las miradas severas de su Hermana mayor la hicieron callar. Pero todavía estuvo buen rato enfurruñada. A veces, sin saber por qué, se mostraba díscola y rebelde en sumo grado. Necesitaba Carmelita hacer gala de toda su autoridad para someterla. Mas, ordinariamente no sucedía así.
Y sin dejarme contestar pasó a otra cosa. Pero, niño... ¡si estás tamaño! ¡qué grande! ¡qué buen mozo! Detúvose delante de una casa de pobre apariencia. Asió el llamador, y ¡Tan! ¡Tan! No tardaron en abrir. Apareció una joven que me miró con insistente curiosidad. Entren... dijo. ¡Doña Carmelita! gritó Andrés, entrando, ¡Doña Carmelita! ¡Aquí está el niño! ¡Muy grande! Y... ¡muy formal!
Dejó de ir todos los días a casa de Quiñones y asistió una que otra vez a la tertulia exigua de las de Meré, como se seguía diciendo en Lancia, aunque en realidad ya no hubiese en el mundo más que una. Carmelita había muerto hacía lo menos tres años. No quedaba más que Nuncia, la menor, y ésa casi totalmente paralítica.
Entonces, aprovechando del vocerío que suscitaron aquellas palabras de don Enrique, un padre carmelita refirió en voz baja a Ramiro que, no hacía mucho, temiendo que se llevasen nuevamente de rondón el cuerpo milagroso, una hermana lega del convento de Alba de Tormes, en medio de una noche de tempestad, habíase dirigido al sepulcro de la madre Teresa, y descubriendo el cadáver, abriole el pecho con un filoso cuchillo, metió la mano por la herida y arrancó el corazón.
Y era en verdad peregrino el oír a los chicuelos de diez y ocho años hablar con tal familiaridad a unas viejecitas que pudieran ser sus bisabuelas. Carmelita para aquí, Nuncita para allá, porque la más anciana se llamaba D.ª Carmen y la más joven D.ª Anunciación.
Por tales razones y porque Carmelita así la llamase con frecuencia, D.ª Nuncia, que pasaba algo de los ochenta, era conocida en Lancia por el sobrenombre de «la Niña.» En los amores de Emilita Mateo se portaron ambas hermanas heroicamente. El capitán Núñez fue bloqueado en toda regla.
En efecto, un robusto monje entraba en el recinto, con los ojos bajos, las manos cruzadas sobre el pecho. Ave Maria purissima, mater Dei murmuró aproximándose y haciendo un gesto al carmelita, que se alejó.
¡Señor alférez! ¡Señor capitán! grita Carmelita toda temblorosa, agitando los brazos, la mandíbula inferior, desdentada, batiendo contra la superior, desdentada también, con un estremecimiento particular. ¡Señor capitán, téngase por Dios! ¡Por la Virgen del Amor Hermoso!... ¡Pare! ¡pare!... ¡pare! ¡Sooó! exclama Paco. Pero el capitán es sueco y sigue apretando.
POTAJE CARMELITA. Después de remojados los garbanzos toda la noche con agua y sal, se lavan y ponen a cocer con agua tibia.
Palabra del Dia
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