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Actualizado: 28 de julio de 2025


»Por otra parte, los bienes de mi hijo Roberto están también cargados de deudas; efectivamente, ha tenido que pagar fuertes sumas para desinteresar a sus hermanos y hermanas, y además nosotros hemos conservado sobre la propiedad una hipoteca cuyos intereses nos hacen vivir, lo mismo que a mis otros hijos.

Al primer toque de clarín acudieron presurosos los arqueros blancos, cargados de botín, y el barón no ocultó una sonrisa de satisfacción al recorrer con su penetrante mirada las filas de aquellos aguerridos soldados. Pocos jefes podían enorgullecerse de mandar una fuerza tan temible y tan marcial como aquella.

Mas al acercarse a Schirmeck el espectáculo era más doloroso aún; familias enteras huían en sus carromatos cargados de barriles de alimentos y muebles, con mujeres y niños que golpeaban a los caballos hasta acabar con ellos, y diciendo con voz lastimera: «Estamos perdidos; han entrado los cosacos

Aquel sitio se llamaba «Mal Paso». Muchas veces, los guardas de El Pardo, saliéndose de su jurisdicción, se emboscaban allí para sorprender a los dañadores cuando volvían a sus casas. En aquel sitio le habían dado un balazo a su compadre el Garrucha, una noche en que volvían los dos cargados con un par de gamos.

En los 24 grados y 7 minutos entra por la Banda Oriental el rio Xexuí, que viene de los yerbales del Curuguatí, y se navega tal vez con barcos cargados de yerba, aunque con mucho trabajo, por los malos pasos que tiene. En los 24 grados y 23 minutos entra, por la parte oriental, el Cuarepotí: en los 24 grados y 29 minutos, el Ibobí.

Halláronle dos pistoletes cargados cada uno con un par de balas encajadas en cera, por seguridad de la puntería, y fuera de la ciudad le esperaba el criado con los caballos. Ante el tribunal confesó su traición, por lo que fué ajusticiado en la plaza de la Greve . La exposición de M. Mignet se parece mucho, como procedente del mismo origen.

A cada momento ofrecíale a Ramiro en sus dedos, cargados de sortijas, algunas alcorzas; y ella a su vez reía y reía al morderlas, reía como una mujer semibárbara, con cierta animalidad incomprensible y deliciosa; mientras sus pestañas, larguísimas e inquietas, parecían desprender ilusorio polvillo de lujuria y de nigromancia.

La vieja le saludaba con cariño y respeto, viendo en él la gloria de la familia. Sus ojos lacrimosos y enrojecidos le miraban acariciadores, pero al mismo tiempo no se atrevía a tenderle los brazos, a poner en él sus manos negras y huesosas, con los dedos cargados de sortijas de latón. Su nariz de bruja y su barbilla saliente asomaban bajo un pañuelo rojo que la oprimía las sienes.

En las profundidades de la espesura, sobre el límite del jardín, en los cerezos blancos, en las alheñas en flor, en los tilos cargados de aromosos ramos, toda la noche durante aquellas largas noches en que yo dormía poco, cuando brillaba la luna o a veces caía la lluvia, lenta, caliente, silenciosa, como lágrimas de gozo, para mi delicia y mi tormento gorjeaban o no los ruiseñores.

Ofrecían igual aspecto que los carromatos de los ordinarios de los pueblos, cargados de los más diversos objetos. En uno de los buques, la tripulación se agrupaba á proa en torno del hornillo donde hervía el caldero del rancho. Los barcos estaban tan hundidos á causa de la marea baja, que el doctor, desde la riba, veía el fondo de sus escotillas.

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