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Actualizado: 12 de junio de 2025


Su vestido era el de las grandes solemnidades, el mismo de otras veces; pero ¡cosa singular! su toca estaba plegada en la frente con cierta presunción de monja novicia, presunción que no carecía de gracia.

Marcelo Valdés, dejándose llevar por su brillante imaginación de novelista, había zurcido y fraguado luego toda su «novela de malas costumbres», alrededor de las tres personalidades de monsieur Jaccotot, su mujer y su hija. La trilogía era completa: Monsieur, Madame et Bébé! Con verdadero ingenio, su ensayo no carecía de gracia y humorismo.

El defensor del gobierno, por mediación de su compañera, facilitaba víveres al rebelde. Otras veces ocurría lo contrario. La moneda carecía casi siempre de valor en estas transacciones. El bando falto de municiones sólo quería vender su pan á cambio de cartuchos, y el que los tenía los entregaba, ansioso de comer, sin fijarse en que, horas después, estos mismos proyectiles podían darle la muerte.

Es capaz de aplastar una pulga sobre el brazo decían los marineros de su pueblo para ponderar la dureza de sus bíceps. Su cuerpo carecía de grasa. Bajo la morena piel sólo se marcaban rígidos tendones y salientes músculos; un tejido hercúleo del que había sido eliminado todo elemento incapaz de desarrollar fuerza. Labarta le encontraba una gran semejanza con las divinidades marinas.

Yo no he hecho más que ahorrar trámites, ganar tiempo, difundiendo la grata noticia de que el marido de Petrona aceptará la cartera de Agricultura. La misión esencial del periodismo es secundar la obra del gobierno, contribuyendo a su sólida organización. Y nada más sólido que don Eleuterio. El resto de mis revelaciones carecía de importancia.

Carecía hasta de las nociones más elementales de lo que formaba la vida de la ciudad, y todo era para motivo de asombro y de curiosidad.

Sus mismos compañeros, cuando hablaban de él, lo hacían sin dejar de los labios una sonrisa medio protectora, medio burlona. Para las damas, la virtud del P. Norberto no tenía poesía, carecía de ese encanto especial que en otros sacerdotes la hace contagiosa, era una virtud pedestre, que no se traducía en conceptos delicados y sublimes como en el P. Narciso, el P. Gil y otros.

Los editores no podían obtener ganancias importantes, porque su derecho de propiedad carecía de la protección necesaria, teniendo cada reino de la monarquía española leyes y privilegios especiales, de suerte que, un libro publicado en Castilla, se reimprimía impunemente en Aragón, Navarra, Portugal, Nápoles y los Países-Bajos.

De cómo veraneaban nuestros antepasados de la capital de Andalucía, curioso es decir algo, pues detalles son estos que pintan las costumbres de épocas cuyo conocimiento nunca deja de ofrecer interés. Hablaré, pues, de aquellos benditos tiempos en que nadie salía de viaje y en que la vida carecía de todas las necesidades y comodidades de hoy.

Sabida esta última circunstancia económica, y teniendo presente que don Silvestre no carecía completamente de sentido común, no parecerá muy extraño que á la edad en que todos sus progenitores contaban por lo menos un heredero, él permaneciese célibe y con ciertos síntomas de recalcitrante.

Palabra del Dia

rigoleto

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