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Actualizado: 24 de junio de 2025


En Canzana y en Carrio, parajes donde se habían hecho las primeras excavaciones y donde se proyectaba trazar el ferrocarril para mejor beneficiarlas, el viento de la ambición había levantado los cerebros.

Llegaron por fin á las primeras casas de Canzana. ¡Cómo le latía el corazón á Demetria! Se acercaron á la del tío Goro.

Detrás de ellos vienen los grandes. Todos se colocan en fila á entrambos lados de la puerta, dejando una calle regularmente espaciosa. Por ella marchan las zagalas de Entralgo y Canzana cantando y agitando los panderos y en esta forma penetran en el templo. Se arrodillan al entrar, se levantan después y á los cuatro pasos se arrodillan otra vez y otra vez se levantan.

Se hallaban allí también sentados D. César de las Matas de Arbín, su primo, vecino y propietario de Villoria, quien jamás en su larga vida había dejado un año de oir la misa del Carmen en Entralgo, el tío Goro de Canzana, Martinán el tabernero, Regalado el mayordomo y algunos otros vecinos de la misma gravedad aunque no tan señalados.

Al poco rato comenzaron á desembocar por el camino de Canzana numerosos grupos de este pueblo que se unían á los de abajo: las mozas buscaban á las mozas: los viejos á los viejos. Algunos jóvenes comenzaron á saltar bravamente por encima de la hoguera valiéndose de sus largos palos. Unos lo hacían bien y eran aplaudidos: otros se chamuscaban un poco y excitaban risa y algazara.

En el recodo de una de estas calzadas se encontró de improviso con Nolo. Ambos quedaron sorprendidos y sonrieron avergonzados sin pronunciar palabra. Fué Demetria quien primero rompió con franqueza el silencio: Iba á la Braña, Nolo. Y yo á Canzana, Demetria. Tenía que hablarte. Yo á ti también. Demetria le miró sorprendida. ¿Sabes algo? le preguntó vacilante.

Pero el prudente Quino le habló de esta manera: Yo no dudo, Nolo, que vayas á Canzana esta noche, aunque bien sabes que los de Lorío no dejarán de esperarte en el camino. Si todos los hemos agraviado ahora, á nadie más que á ti guardarán rencor. Grande alegría les darías si pudiesen saciar en ti su venganza, porque fuiste quien les preparó la garduña en que cayeron.

Ya que lo veo necesario, Nolo, voy á decirte lo que y que según las trazas nadie ha querido contarte hasta ahora. Esta mañana se presentó en Canzana una gran señora y preguntó por el tío Goro y la tía Felicia. Entró en su casa, habló con ellos y también con Demetria y se fué en seguida. Allí se dice que esta gran señora es la madre de tu rapaza, y que se la lleva para Oviedo ó Gijón.

Á despecho de la agilidad y soltura con que marchaba, llevaba el corazón oprimido, muy oprimido. Se representaba, aunque vagamente, cosas horrendas. Aquel bandido era muy capaz de abusar de ella y asesinarla. Llegó á Canzana agitado, convulso. Sin pasar por casa del tío Goro á noticiar lo que sabía se dirigió á la del vecino que albergaba á Plutón. Estaba cerrada y todos durmiendo.

Jamás se diera el caso de que Firmo de Rivota, ni Toribión de Lorío, ni Nolo de la Braña ni Celso de Canzana, ninguno, en fin, de los héroes gloriosos que brillaban en los combates provocase la pelea. Esta odiosa misión parecía encomendada á algún chicuelo insolente, á algún despreciable zagal que después de prender fuego á la mecha solía desaparecer como si le hubiese tragado la tierra.

Palabra del Dia

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