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Actualizado: 1 de noviembre de 2025
Estando estas palabras él diciendo, El bárbaro cruel mas se embravece, Y Chavarria en Cristo contemplando, El Miserere mei está cantando.
Tan turbada como yo, intentó distraerme cantando una de esas melodías que tantas veces habían encantado nuestras veladas. Era ¡podría olvidarlo jamás! Era así: «Clara y Paulino veían transcurrir apaciblemente sus días, y veían florecer su juventud y sus amores. Nada, en apariencia, podía separarlos, y se aproximaba el acontecimiento alimentado por su esperanza.
Siguen las misas y las horas canónicas: eran estas tercia, sexta y nona, y se decian tambien en coro á media mañana, á medio dia, y á media tarde, cantando siempre al fin de los salmos y responsorios el Gloria et honor que era costumbre de la Iglesia española.
Óigame aún durante un minuto. Tengo que dar á usted algunos datos complementarios. En primer lugar Jenny no está ya en América, sino en Inglaterra. ¡En Inglaterra! ¿Está cantando? Está en Londres, en el Princess-Theâtre. Lo he leído estos días en los periódicos.
En el centro del corro el mofletudo y enrojecido rostro del juglar, cantando con mucha expresión las populares estrofas; el grupo de oyentes, el arquero Simón llevando el compás con la cabeza y con la mano, y el exnovicio Tristán, que no era de los menos complacidos con el canto de maese Lucas, á juzgar por la sonrisa que animaba su rostro bonachón.
Es bonita la canción dijo D. Paco ; pero no la comprendemos. Entonces el diplomático levantóse ceremoniosa y gravemente, y tomando un tono de hombre severo habló así: ¿Sabe usted lo que está cantando?
El juego, bajo todas las formas posibles, era su sola ocupación; jamas leían con fundamento; y cuando la música de prima noche se hacia oír en los escotillones digerian la comida bailando rabiosamente la jota ó la cachucha, ó cantando en coro estrepitoso el himno de Riego.
Pues con Dios repuso Momo, poniéndose en camino y cantando: Quédate con Dios y adiós, Dice la común sentencia; Que el pobre puede ser rico. Y el rico no compra ciencia. Stein contemplaba aquel pueblecito tan tranquilo, medio pescador, medio marinero, llevando con una mano el arado y con la otra el remo.
Los de afuera piden hospitalidad y descanso á los de adentro, cantando la crudeza del tiempo, lo cansado de sus cuerpos y los sufrimientos de su espíritu, hasta que compadecidos los dueños de la casa abren las puertas y una vez que judíos, moros y cristianos fraternizan, se canta la pasión y después se cena. Este solo cuadro de costumbres, podría llenar un libro.
En esa triste y yerma sepultura Entonad los cantares de la gloria, Ensalzad el martirio y la bravura Y volad en seguida á la victoria A recoger laureles inmortales, Cantando con denuedo: «Oid mortales!»
Palabra del Dia
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