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Actualizado: 15 de mayo de 2025


El cabildo se formó en dos filas, con la cabeza baja, prestando acatamiento a su príncipe. ¡Qué mirada la de don Sebastián! Los canónigos, inclinados, creyeron sentirla en la nuca con una frialdad de acero.

Supo que su hermano el jardinero había muerto, y que la viuda refugiada con su hijo en un desván de las Claverías, lavaba ropa para los canónigos. Esteban, el Vara de palo, le acogió después de tan larga ausencia con la misma admiración que cuando estaba en el Seminario.

Andaba con frecuencia el señor Ulloa traspunteado con los canónigos, sus compañeros, y aun con otras personas eclesiásticas, y una de las que con quien no estaba muy á derechas por ciertos resentimientos, era con el licenciado D. Alonso Alvarez Córdoba, arcediano de Niebla, varón prudente y virtuoso, respetado y querido.

Deseaba contemplar de cerca a sus enemigos, aplastarlos con su triunfo, gozarse en su aspecto de confusa sumisión. Y conforme se aproximaba la solemnidad religiosa, temblaban muchos canónigos, pensando en la mirada dura y soberbia que clavaría en ellos el iracundo prelado. Gabriel prestaba escasa atención a las preocupaciones del mundo clerical. Llevaba una vida extraña.

Ganaba doce francos al día: mucho más que aquellos canónigos de Toledo que en otros tiempos le parecían grandes duques. Vivía en un hotelito de estudiantes, cerca de la Escuela de Medicina, y sus discusiones vehementes por la noche, entre el humo de las pipas, con los compañeros de hospedaje, le instruían tanto como los libros de la odiada ciencia.

Para que en todas las jerarquías hubiera algún miembro de esta omnisciente familia de bendición, también había un obispo pisciforme, y hasta doce canónigos y beneficiados que pastaban en el banco del Culto y Clero.

Recordaba minuto por minuto aquella hora y algo más de la confesión de la Regenta. «¡Una hora larga!». El cabildo no hablaría de otra cosa aquella mañana cuando se juntaran, después del coro, los señores canónigos del tertulín.

Hasta contribuye al fomento de la vida espiritual y al prestigio de la religión. Antes de la ruleta no había mas que simples curas en Mónaco; desde que triunfó el Casino existe un obispo y canónigos, y se ha levantado una hermosa catedral bizantina que sólo necesita, según dice Castro, que el tiempo la ennegrezca un poco. La misa de los domingos figura entre las grandes diversiones del principado.

Los canónigos... no lo . En cuanto a los profesores, su deber es ponerse al corriente de todo lo que puede ser útil al cumplimiento de su misión y... Señor cura dijo en tono lastimero la de Dumais, perdone usted a Francisca. No hay nada en todo esto que necesite perdón.

Entonces, por orden de la Audiencia, con los que aún no se habían dispersado, la procesión siguió con la Hermandad de los Sastres, la de san Diego, los capuchinos, los mercenarios, los agustinos y los frailes del Carmen, asistiendo también el tribunal de la Inquisición, los canónigos y el Asistente, que con harto despecho tuvo que concurrir llevando delante á los de las danzas, motivo principal del alboroto y los cuales bailaron durante el tránsito, como si nada hubiera ocurrido, con general regocijo.

Palabra del Dia

bagani

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