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Actualizado: 9 de junio de 2025
Renegando entre dientes de la campana y del campanero que la toca, disponíame, una vez apagado aquel insólito y temeroso rumor, á coger nuevamente el hilo del interrumpido sueño, cuando vino á herir mi imaginación y á ofrecerse ante mis ojos una cosa extraordinaria.
Después, la puerta de Santa Catalina, negra y dorada, con gran riqueza de follajes policromos, castillos y leones en las jambas y dos estatuas de profetas. Gabriel se alejó algunos pasos, viendo que por la parte de adentro abrían el postigo de esta portada. Era el campanero, que acababa de dar la vuelta al templo, abriendo todas sus puertas.
Bebe dijo el campanero, ofreciéndole la botella . Es una dicha encontrarnos aquí sanos y alegres, mientras Su Eminencia se verá mañana entre cuatro tablas. ¡Menudo campaneo soltaremos todo el día! Bebió el Tato, y pasó la botella al zapatero, que estuvo mucho tiempo con la boca pegada al gollete. De los tres, éste parecía el más ebrio.
Eso es verdad dijo el campanero . Aquéllos eran los buenos tiempos, y por que volviesen fuimos muchos a tiros en las montañas. ¡Ay, si hubiera triunfado don Carlos! ¡Si no hubiésemos tenido traidores...! ¿Verdad, Gabriel? Tú, que hiciste la guerra lo mismo que yo, podrás decir si tengo razón. Calla, Mariano dijo Gabriel sonriendo tristemente . No sabes lo que dices.
Abrió la boquita... dos muecas, con los ojos entelados, y dobló el cuello.... Lo mismo que un pajarillo... lo mismo. Y lloraba, repitiendo tenazmente la semejanza entre su hijo y los pájaros que caían en invierno muertos de frío. El campanero miraba sombríamente a Gabriel. Tú que lo sabes todo: ¿verdad que ha muerto de hambre?
Ya no se ocultaban en las habitaciones del campanero para reunirse. Formaban corro por las tardes en el claustro, hablando de las audaces doctrinas enseñadas por Luna, sin que les intimidara aquel ambiente religioso.
En torno de Gabriel se había formado un grupo de amigos. Le buscaban, sentían la necesidad de su presencia, experimentaban esa atracción que, aun permaneciendo silenciosos, ejercen los que han nacido para pastores de hombres. Por las tardes se reunían en las habitaciones del campanero, saliendo, cuando el tiempo era bueno, a la galería de la portada del Perdón.
Cansado de la charla de las mujeres asomadas a las puertas de las Claverías, subía a la habitación del campanero, su antiguo camarada de armas, o descendía al jardín por la monumental escalera de Tenorio cuando estaba abierta o por el arco del Arzobispo atravesando la calle. Gustábale pasar una hora entre los árboles.
Pues, claro. Y si fuese campanero, el de verdad, vamos don Pedro... ¡ay Dios! entonces no se hablaba más que con el Obispo y el señor Roque el mayoral del correo.
Rosita sacó la guitarra y cantó algunas canciones, acompañándose con ella, y luego, como en honor de Martín, entonó un zortzico con letra castellana, que comenzaba así: Aunque la oración suene Yo no me voy de aquí; La del pañuelo rojo Loco me ha vuelto a mí. Y el estribillo de la canción era: Aufa que el campanero La oración va a tocar, Aufa que yo te quiero Maitia, maitia, ven acá.
Palabra del Dia
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