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Actualizado: 17 de julio de 2025


Vestían el mismo refajo de bayeta verde o encarnada, el mismo justillo sin ballenas, la misma camisa de lienzo gordo, el mismo pañuelo de percal que cuando triscaban allá por los prados y los montes con los vaqueros vecinos.

La aprobación de su confesor, las frases de elogio que a despecho suyo se le escapaban de los labios, indudablemente calentaban su fantasía y aguijaban sus ímpetus. Un día se pasaba veinticuatro horas sin tomar alimento, otro echaba ceniza en el plato que más le gustaba, otro se ponía una camisa de lana burda a raíz de la carne, otro se disciplinaba hasta saltar la sangre, etc.

Las vecinas labradoras iban entrando una á una en silencio, con sus basquiñas negras de estameña, los pañuelos anudados sobre la cabeza y los brazos mal cubiertos por una camisa de lienzo.

¿En dónde lo trincasteis? insistió el señor con más interés que nunca, dando dos cuartos al raquero. Pos en esa freata que están aforrando en el paredón contestó Cafetera con la mayor sencillez, guardándose los cuartos en el faldón de la camisa y escupiendo por el colmillo.

¡Teresa! ¡Teresa!... ¡Arriba! Y del primer empujón la echó fuera de la cama. Después corrió al cuarto de los chicos, y á golpes y gritos los sacó en camisa, como un rebaño idiota y medroso que corre ante el palo, sin saber adónde va. Ya ardía el techo de su cuarto, arrojando sobre la cama un ramillete de chispas.

Ahora veo a mi hija Manolita, que también sale en camisa... ¡Calle, también se ha despertado Paquito!... ¡No te he dicho que todos iban a recibir un susto!... Pero se van a constipar si andan de ese modo más tiempo... No toques más Juan, no toques más. Cesó el estrépito infernal. Vamos, Adela, Manolita, Paquito, abrigaos un poco y venid a dar un abrazo a mi hermano Juan.

En medio de ella, en mangas de camisa y con la cabeza descubierta, estaba Nolo partiendo leña. Al sentir el ruido de los pasos enderezó el cuerpo, se apoyó con una mano sobre el hacha y los miró sorprendido.

No siguió diciendo el señorito; para Salvatierra una camisa de fuerza, y que vaya a propagar sus doctrinas en una casa de locos lo que le quede de vida. El público de Dupont aprobaba estas soluciones. Los dueños de las ganaderías de caballos, viejos de patillas entrecanas que se pasaban las horas mirando la botella con un silencio sacerdotal, rompían su gravedad para sonreír al joven.

Se alejó el duende mestizo rascándose por debajo de la suelta camisa el grueso botón de su panza achocolatada. Poco después volvió á aparecer, y con su vocecita cantarina y melosa de indio anunció á Watson: Mi patroncita dice que se vaya, y que no quiere verle más, porque es usted... porque es usted muy feo.

Puede llevar dentro y fuera de su casa, lo mismo ante Rey que Roque, cual antiguo mesnadero, no crean ustedes que el sombrero puesto ó las manos en los bolsillos, sino muchísimo más; puede llevar una camisa de faldones bastante largos fuera del pantalón, y una chaqueta muy corta encima de la camisa.

Palabra del Dia

buque

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