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Si todos los esfuerzos de la imaginación no bastarían a representarnos a Cristo de frac, tampoco hay razonamiento que nos pueda convencer de que esta comedia palaciega tiene nada que ver con el Evangelio. Los platos eran tomados en la puerta, de manos de los criados, por las estiradas personas que hacían de camareros en tan piadosa ocasión.

Palmoteaban unos, retorciéndose de risa por lo inesperado del espectáculo; gritaban otros, entusiasmados por el vigor y la rapidez con que saltaban los objetos del buque al mar; corrieron los camareros para dar aviso de estos desmanes, y apareció el mayordomo lanzando gritos y poniéndose con los brazos en cruz entre la borda y los tiradores.

Qué vida, ¿eh, amigo Ojeda?... La comida a sus horas, a toque de trompeta; la mesa puesta cuatro veces al día; un ejército de camareros y doncellas, la mayor parte de los cuales me entienden con dificultad, lo que es una ventaja para prolongar la conversación y conocerse mejor.

Es un sitio encantado, con buenos restauranes, donde se almuerza siempre con ostras y champagne y donde los ángeles camareros no le presentan a uno la cuenta ni quieren recibir propina. El paisano sonrió, pero poniéndose pronto serio exclamó como si se hablase a mismo: Si Dios no existe, ¿quién hizo el mundo?

I de la misma obra. «Sy la huérfana toviere alhací ó tutor, et la casare... Sy ella lo oviere menester, et fuere su pro, el casamiento sea firme, et non la metan en consejo despues que fuere de edatIbíd. Los eunucos antiguamente eran los camareros que servian en lo interior de los palacios.

El marino sintió la inquietud nerviosa que infunde una situación ridícula. Ferragut, pague y vámonos dijo ella, adivinando su estado. Mientras Ulises daba dinero á los camareros y los músicos, ella se limpió los ojos y reparó los estragos de su fisonomía sacando del bolso de oro la borla de polvos y un pequeño espejo, en cuyo óvalo se contempló largamente.

Todo lo había dejado en la ruleta, absolutamente todo. En el hotel había pedido que anotasen su almuerzo, entregando sus últimos francos á los camareros como propina. Alicia acogió su preocupación con grandes risas. ¡Un Lubimoff no teniendo con qué pagar á un cochero de punto!... Unicamente en Monte-Carlo podían verse estas cosas. Yo pagaré, pobrecito mío.

Servían los camareros el helado, cuando sonó el fuerte repiqueteo de un cuchillo contra una copa. Quedó inmóvil la servidumbre, circularon siseos imponiendo silencio, y todas las cabezas se volvieron hacia un mismo punto del comedor. El amigo Neptuno va a hablar dijo Isidro.

Menudencias que la Historia no registrará seguramente. De propósito se empezó tarde la comida, y circulaban aún las dos sopas de hierbas y de puré, cuando los camareros cerraron las maderas de las ventanas y encendieron las bujías de los candelabros y los aparatos de gas.

En el salón de lujo, algunas señoras pelirrubias, de mejillas rojas, hacían labores, o con las gafas caladas leían periódicos ilustrados. La música continuaba sonando imperturbable para ellas y los camareros.