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Actualizado: 11 de julio de 2025


Reñíale cariñosamente Magdalena, al verle tan cabizbajo; pero él no la escuchaba ni le contestaba. No parece sino que a fuerza de estudiar la enfermedad ha acabado por no ver ya a la enferma. A última hora ha vuelto a entrar para administrarle un calmante, y después de recomendarle un reposo absoluto, me ha hecho salir con él para dejarla descansar un rato. »Por la noche me tocaba a velar.

Toma el calmante que voy a recetar; cuando te acuestes, una horchata, y por la mañana, leche de burra y dirigiéndose al duque : mi obligación me fuerza, mal que me pese, a ausentarme, señor duque. Y volviendo a recomendar a su mujer el sosiego y el reposo, Stein se retiró, haciendo al duque un profundo saludo. El duque, sentado enfrente de María, la miró largo tiempo.

Sólo fue autorizada la música vocal por suponérsele una cualidad calmante, y cierta canción entonada por Jack, marino inglés, desertor de las colonias australianas de S. M. Británica, se hizo popular como un canto de cuna.

No me causó vacilación aquel flujo de palabras, pero acabé por escucharlas. La afectuosa exasperación de Oliverio actuó como un calmante sobre mis nervios, espantosamente excitados y templó su tensión. Le pedí que me perdonara aquel arranque, efecto de mi estado de aturdimiento, asegurándole que en mis palabras no había ni asomos de desconfianza.

¡Llamo la atención! , pensó ella, y se levantó decidida. ¿A dónde vamos, hija? No lo todavía». Al penetrar en las calles bulliciosas, cuya vida y animación convidan a los placeres y a intentar gratas aventuras, sintió la joven que se amenguaba su profundísimo pesar, como el dolor agudo que cede a la energía narcótica del calmante.

Y antes de cerrar los ojos, Lita marcó con la uña una señal en la baranda de la cama, para anotar que había transcurrido el primer día... Pero no podía dormirse. Estaba demasiado nerviosa con las agitaciones del día. Su mamá, aunque lo notara, no quiso darle el remedio recetado por el médico. Sabía que su regazo era el mejor calmante para la hijita enferma.

Hace un momento, Máximo, que no se mueve de aquí, tenía a mi padre incorporado mientras yo le daba el calmante que debe tomar cada hora. El enfermo querido nos dio tiernamente las gracias al uno y al otro, y añadió: Seréis siempre amigos en recuerdo mío, ¿no es verdad? silenciosamente la mano a Máximo, que la besó y la conservó en la suya. No podíamos hablar; las sollozos nos ahogaban.

No creo que eso ocurra, señora aseguró el médico. Cuide en todo caso de que no se incorpore mucho... ¿Lleva siempre su corsé de yeso? Todos los días se le pone al vestirla, y todas las noches se le saca al acostarla. Que siga lo mismo. Y si llegara a excitarse demasiado, dele una cucharadita de la receta calmante que le prescribí la vez pasada. ¡Eso la postra!... Disminuya la dosis.

Una les ofrece higiene y la otra les brinda operaciones. ¡Bonito tratamiento...! Los desgraciados que vienen del frente, convalecientes o moribundos, no quieren mas que una cosa: alegría. ¡Que una cabeza graciosa se incline sobre su dolor y que tengan el calmante supremo: el amor...! SITA. ¿El amor para los moribundos...?

Otras veces el magnífico espectáculo de la Naturaleza había sido un precioso calmante para las heridas de su corazón. Mas ¡ay! para la que ahora sentía no hay bálsamo en la tierra. El sordo rumor de las ruedas y las campanillas de los caballos adormecieron pronto a su compañero. Mario le contemplaba con ira.

Palabra del Dia

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