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Actualizado: 12 de junio de 2025


Los dos extremos de la nave soltaban por sus caños la mugre líquida del populacho. Al chorro de agua cargada de cenizas y polvo de carbón que arrojaban en el mar los purgadores de las calderas, uníanse dos arroyos de líquido jabonoso y negruzco expelidos por la proa y la popa. Velaban con interés egoísta los de la comisaría por la salud y la limpieza del rebaño humano.

El capitán, durante sus navegaciones, sólo pensaba ahora en el alimento de las calderas. Siempre le parecía que Mare nostrum marchaba con excesiva rapidez. ¡Media máquina! gritaba por el tubo á su primer mecánico. Pero á pesar de esta precaución y de otras, el gasto de combustible resultaba enorme al hacer el arqueo de un viaje. El buque consumía todas las ganancias.

El pecho elevábase acelerada y trabajosamente, como si dentro funcionara una válvula vieja, y en la alcoba sonaba sin interrupción un ronquido silbante, cual si a lo lejos estuviera una locomotora expeliendo el vapor de sus calderas. La familia pasó toda la noche junto a la cama del enfermo. Doña Manuela, a pesar de su ánimo varonil, estaba aturdida por el asombro.

Repítale usted más bien estos versos del mismo amigo Isagani: Agua somos, decís, vosotros fuego; Como lo querais, ¡sea! ¡Vivamos en sosiego Y el incendio jamás luchar nos vea! Sino que unidos por la ciencia sabia De las calderas en el seno ardiente, Sin cóleras, sin rabia, ¡Formemos el vapor, quinto elemento, Progreso, vida, luz y movimiento!

Sus habitantes que se hallan cuasi desnudos y carecen hasta de víveres, se ven obligados á robar; por lo que son temidos de sus vecinos, cuyos campos devastan y saquean sin hallar quien ponga obstáculo á sus rapiñas. Finalmente la industria de este canton se reduce á muy poca cosa, aunque, desde el tiempo de los Jesuitas, se han reservado sus naturales la fundicion de campanas y de calderas.

En una palabra, examinado todo por separado, encuentro que V. emplea ingredientes contrarios á lo que V. se propone; y desde ahora doy por seguro, que en vez de sacar nada conforme á las bellísimas muestras que tiene V. en el despacho, va á sufrir una pérdida de consideracion en su fama é intereses.» «Todo es posible, señor filósofo, decia el inexorable tintorero, tomando en sus manos las preciosas materias y ricas manufacturas, y sumergiéndolas sin compasion en las sucias y pestilentes calderas, todo es posible, mas para dar fin á la discusion, déjese V. ver por aquí dentro pocos díasEl filósofo volvió en efecto, y el tintorero desvaneció todas las objeciones, desplegando á sus ojos las telas que por rigurosa demostracion debian estar malbaratadas. ¡Qué sorpresa! ¡qué humillacion para el analítico!

Sentados en bancos y en pequeños taburetes de madera, entre maletas, cajones, cestos y tampipis, á dos pasos de la máquina, al calor de las calderas, entre vaho humano y olor pestilente de aceite, se veía la inmensa mayoría de los pasageros.

Sobre la puerta estaba el escudo de armas, de piedra también, donde figuraban leones y perros, calderas, barcos y castillos y multitud de monstruos y de otros objetos simbólicos que para los versados en la utilísima ciencia del blasón daban claro testimonio de su antigüedad y sublimidad de su prosapia.

Los calafates van clavando gruesos clavos en el costado del barco, a golpes de martillo; alrededor suelen verse mazos, grandes barrenos, gubias, gatos para levantar pesos y varias calderas negras llenas de alquitrán, que los hijos pequeños de Shempelar suelen hacer hervir con virutas y pedazos de tablas viejas.

Sentados en los mullidos sillones del salón, encontrábanse como en la gloria, sacando hacia fuera los rellenos vientres, que hervían como calderas al fuego de la digestión, y sintiendo subir al cerebro un humillo tenue que al pasar por los ojos tomaba un delicioso tinte rosa. Don Juan dábase cariñosas palmaditas en el vientre.

Palabra del Dia

irrascible

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