Vietnam or Thailand ? Vote for the TOP Country of the Week !
Actualizado: 12 de junio de 2025
Largas filas de tiendas, brillantes de oropel y colorines, desplegaban á la vista racimos de pelotas, de máscaras ensartadas por los ojos, juguetes de hoja de lata, trenes, carritos, caballitos mecánicos, coches, vapores con sus diminutas calderas, vagillas de porcelana liliputienses, belencitos de pino, muñecas estrangeras y del país, rubias y risueñas aquellas, serias y pensativas estas como pequeñitas señoras al lado de niñas gigantescas.
Los hornillos que construímos el año pasado. ¡Al trabajo, muchachos! La otra chalupa va a llegar. Los chinos cargaron de combustible las hornillas, les prendieron fuego y después colocaron encima las dos calderas, llenándolas de agua de mar. La segunda chalupa, tripulada por los pescadores, llegó en aquel momento.
En otra estacion, al notar que renovaban el agua en las calderas de la locomotiva, un paisano mazorral observó: Diantre! hasta la máquina bebe, miéntras que yo estoy á seco! Ella bebe á la salud de la compañía, dijo un chusco, aludiendo á los viajeros del tren. Y cada cual agregaba una tosca chanzoneta ó un retruécano del mas rústico ingenio.
Sin saber por qué, se calla uno, y se siente como más fuerte, en el taller de las calderas. Y después, es como un paseo por una calle de máquinas. Todas se están moviendo a la vez.
Si se muriera de pena por verse así desdeñada, o si rabiosa agarrase un cordel y se colgase de una viga, créeme, tus remordimientos serían peores que las llamas de pez y azufre de las calderas de Lucifer. ¡Qué horror! No quiero que se desespere. Me revestiré de todo mi valor: iré a verla. ¡Bendito seas! Si me lo decía el corazón. ¡Si eres bueno! ¿Cuándo quieres que vaya?
Hasta hace algunos años las islas Likana eran célebres por la abundancia del trépang en sus aguas; pero desde que un capitán americano pescó durante el año 1845 doscientos sesenta y cinco pikules, y el capitán Muyne casi otro tanto en 1847, las olutarias desaparecieron de aquellas playas. Y basta por ahora, sobrinos míos. Hagamos disponer la otra chalupa, y vamos a colocar las calderas.
Sin darle más importancia al asunto, pues en realidad poco tenía, emprendimos la visita del vasto edificio, remedo de fortaleza, convento y casa de campo, todo en uno, que databa del siglo XVI; la magnífica iglesia, cuya torre y cúpula reverberaban en sus azulejos los rayos del sol tropical; y la casa de calderas, o ingenio propiamente dicho, enorme edificio completamente moderno y, para mí, ayuno de interés.
Me ha faltado poco para romperme la cabeza contra una de nuestras calderas. ¡Qué suerte! ¿Estará la otra por estos alrededores? Nada extraño sería. Los mismos motivos que han tenido para abandonar ésta tienen que inducirlos a soltar la otra. ¡Silencio! dijo Cornelio. ¿Qué hay? No oigo más los gritos de los salvajes, tío. ¿Habrán ya llegado al bosque? ¿Habrán advertido que los seguimos?
Esto ya está visto. ¿Si fuésemos a visitar algo más interesante?... Su pasaje por las calderas fue breve; las hornallas en fila expelían un calor infernal. Asomáronse a un departamento negro, en el cual se agitaban varios hombres medio desnudos, con un gorrito blanco en la cabeza.
Las aguas, negras y siniestras, espuman bajo ellos con el hervor de las calderas del Infierno. Ya sólo falta colocar una piedra, y las brujas se apresuran, porque se acerca el día. Inmóvil, en la orilla opuesta, el entierro espera el puente para pasar. Canta otro gallo. ¡Canta el gallo negro, pico quedo!
Palabra del Dia
Otros Mirando